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446 FELIPE F. RAMOS de toda clase de asociación con malvados. La enumeración recuer­ da vivamente las notas características del justo o piadoso (= sadiq) anunciadas ya, a modo de programa, en el Salmo primero 58. Los Salmos que quedan ocultos, pasando a un segundo plano, como acabamos de decir, se «esconden» en formulaciones genéricas, de tal manera que la situación especial del orante y su intención concreta nos resultan desconocidas. Ocurre lo mismo en aquellos que condenan a otros para que oremos por sus intenciones, con retribución incluida. Por otra parte, esta especie de «confusión» resul­ ta inevitable: la oración individual tiene casi siempre la doble dimen­ sión de oración y confesión. La primera acentuaría su referencia a Dios, mientras que la segunda se dirigiría primariamente a la comu­ nidad. Esta doble acentuación tiene una explicación teológica y psi­ cológica. Siempre lo más importante es la constatación de la inicia­ tiva divina y la descripción de sus hechos salvíficos a favor de su pueblo. Esto es lo que hemos llamado «oración». Ella se convertiría en el contexto donde encuentra su lugar adecuado la súplica que expone las necesidades del orante: «¡Oh Yahvé! No me castigues en tu ira, no me aflijas en tu indig­ nación. Ten misericordia de mí, ¡oh Yahvé!, pues que soy débil. Sáname, Yahvé, tiemblan todos mis huesos. Está mi alma toda con­ turbada. Y tú, ¡oh Yahvé!, ¿hasta cuándo? Vuélvete, ¡oh Yahvé!, y libra mi alma, sálvame en tu piedad. Pues en la muerte no se hace ya memoria de ti; en el sepulcro, ¿quién te alabará? Consumido estoy a fuerza de gemir, todas las noches inundo mi lecho y con mis lágri­ mas humedezco mi estrado. Ya están casi ciegos mis ojos por la tristeza, envejecieron en medio de tantos como me son hostiles. Apartaos de mí todos los obradores de la maldad, pues ha oído Yahvé la voz de mis llantos. Ha escuchado Yahvé mis oraciones, ha acogido mi deprecación» (Sal 6, 1-10). «¿Hasta cuándo, por fin, te olvidarás, Yahvé, de mí? ¿Hasta cuán­ do esconderás de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo enviarás dolores sobre mi alma y penas de continuo sobre mi corazón? ¿Hasta cuándo mis enemigos triunfarán de mí? ¡Mírame ya, óyeme, Yahvé, Dios mío! 58 Pensamiento que se halla claramente expresado en los salmos citados en la nota anterior. A ellos remitimos.

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