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444 FELIPE F. RAMOS La pluralidad de matices acentuados en cada uno de los géne ros literarios y en la mezcla y fusión de los mismos en muchos Sal mos nos ayudan a una mejor comprensión de esta form a oracio nal. Nos presentan al hombre en su complejidad de situaciones y sentimientos y a Dios en la unidad de su acción beneficiosa a favor del hombre. La oración individual , incluso aquella que se halla tamizada por la lamentación, también tuvo su origen en el culto. Los rasgos cultuales aparecen con mucha frecuencia. Son mencionados gestos que evocan la celebración litúrgica, como «alzar las manos hacia tu santo templo» (Sal 28, 2). «Pues sabed que Dios distingue al que le es grato, que me oye Yahvé cuando le invoco... Son muchos los que dicen: ‘¿Quién va a favorecernos?’. Alza, ¡oh Yahvé!, sobre nosotros tu serena faz. Tú pones en mi corazón una alegría mayor que la del tiempo de copiosa cosecha de trigo, vino y acei te»» (Sal 4, 5-7). «Mas yo, fiado en la muchedumbre de tu piedad, entro en tu morada y me prosterno ante tu santo templo en tu temor, ¡oh Yahvé!»* (Sal 5, 8). Los himnos, votos y testimonios del orante presuponen que se halla reunido en la comunidad: «Que pueda yo hablar de tu nombre a mis hermanos y ensalzarte en medio de la congregación. ¡Los que teméis a Yahvé, alabadle! ¡Descendencia toda de Jacob, glorificadle! ¡Reverenciadle todos los descendientes de Israel! Porque no desdeñó ni despreció la miseria del mísero, ni apartó de él su rostro, antes oyó al que imploraba su socorro. Por tu favor resonarán mis himnos en la numerosa congregación, y cumpliré mis votos ante los que te temen. Comerán los pobres, y se saciarán, y alabarán a Yahvé los que le buscan. Viva nuestro corazón siempre»» (Sal 22, 23-27). «Ya están mis pies en tierra firme, bendeciré en la congregación a Yahvé»» (Sal 26, 12; otros ejemplos tendríamos en 28, 9; 31, 24-25; 35, 27). Las referencias a la comunidad presente se hacen más intensas en la manifestación de los deseos ante Dios en las fiestas de pere grinación, como lo atestiguan los «cánticos de subida»» o los Salmos de peregrinación: 120-134. «Alegreme de lo que me decían: ‘Vamos a la casa de Yahvé’. Estuvieron nuestros pies en tus puertas, ¡oh Jeru- salén! Jerusalén, edificada como ciudad bien unida y compacta. Adonde suben las tribus, las tribus de Yahvé, según el rito de Israel, para celebrar el nombre de Yahvé. Allí se alzaron las sillas del júbi lo, las sillas de la casa de David. ¡Rogad por la paz de Jerusalén!
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