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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (I) 443 de esta fe en Dios ofrece el medio necesario para la ampliación universal y escatológica del espacio de su señorío, incluso utilizan­ do fórmulas y contenido procedentes de fuera de Israel, que no perjudican el carácter fundamental de la imagen de Dios. Incluso en el culto real o regio, en el que la persona del rey juega un papel decisivo y en el que se utilizan representaciones del mundo del entorno de Israel, el rey, el dominador terreno, por un lado, apare­ ce muy cercano a la divinidad y, por otro, se pone de relieve la soberanía de Yahvé y la distancia insuperable entre Dios y el hom­ bre. Y esto se manifiesta mediante el recurso a la responsabilidad moral que siente el soberano humano ante la voluntad de Yahvé. Los Salmos reales, al par que destacan el poder y la fama del rey, se hallan enmarcados y como sombreados por la majestad de Yahvé, el rey celestial. La personalidad individual del orante la manifiestan con eviden­ cia palmaria los Salmos llamados de lamentación individual56. Ofre­ cemos, a modo de ejemplo, el primero de los citados: «¡Oh Yahvé! ¡Cómo se han multiplicado mis enemigos! ¡Cuántos son los que se alzan contra mí! ¡Cuántos los que de mi vida dicen: «No tiene ya en Dios salvación»! Pero tú, ¡oh Yahvé!, eres escudo en torno mío, mi gloria, el que me hace erguir la cabeza. Clamaba en mi voz a Yahvé, y él me oyó desde su monte santo. A veces me acostaba y me dor­ mía, y despertaba incólume, porque Yahvé me defendía. No temo a los muchos millares del pueblo que en derredor se vuelven contra mí. «¡Alzate Yahvé! ¡Sálvame, Dios mío! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, tú le rompes los dientes al impío» (Sal 3, 2-8). Estos Salmos de súplica individual, como la inmensa mayoría de ellos, no son químicamente puros. En ellos se insertan rasgos característicos de otros géneros literarios distintos. Pueden proceder de los de acción de gracias, tan emparentados con ellos (6, 13, 22, 28, 30...); de los himnos (19, 13-14; 104, 31ss.); de las liturgias (36, 2ss.; 77, 2ss.). «¡Oh Yahvé!; danos, danos victorias; danos, ¡oh Yahvé!, prosperidades». «Tú eres mi Dios, yo te alabaré; mi Dios, yo te ensal­ zaré» (Sal 118, 25.28). 56 H.-J. K rau s, o . c.} I, pp. 501-502.

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