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436 FELIPE F. RAMOS La decisión ante el peligro no debe hacerse teniendo en cuen ta el poder de los hombres, sino la mano de Dios a la que se sien te bien agarrado el pueblo de Dios. Se trata de dos mundos contra puestos: uno simboliza el mundo de las posibilidades humanas con su poder pavoroso, a veces, pero siempre transitorio (v. 8); el otro es el mundo de la realidad divina que da el sustento y el apoyo necesario a los hombres que se fían de sus hechos salvíficos: Dios nunca ha fallado a su pueblo; nunca le ha dejado caído en la cune ta y ahora le regala el poder de la fe, que le mantendrá firme ante el peligro. Esa ha sido siempre la trayectoria. Así se destaca la fide lidad de Dios a su palabra 49. En un canto al Dios de las victorias el salmista expresa sus senti mientos diciendo: «Por eso he de alabarte en medio de los pueblos y cantar, oh Yahvé, a tu nombre» (Sal 18, 50). La ley del paralelismo destaca como sinónimos la alabanza a Yahvé y el cantar a tu nom bre (Sal 18, 50). El nombre de Yahvé no indica ninguna realidad o magnitud frente a Yahvé, sino a él mismo, en cuanto se manifiesta en su ser poderoso y ayudador en la naturaleza y en la historia 50. En la misma mentalidad nos sitúa el Salmo 76, 2: «Glorioso es Dios en Judá, grande es su nombre en Israel»». No hay distinción entre Dios y su nombre. El lenguaje cultual nos ofrece frecuentemente algo así como fármacos diminutos que contienen toda la eficacia inven tada por la ciencia para remedio del hombre. Esto es lo que ocu rre en las abreviaturas o breves alusiones aludidas: dentro de su brevedad abarcan todo el acontecimiento salvífico, lo que se renue va en el acto cultual sacramental. Hay frases tan concentradas que sintetizan la revelación de Yahvé en el Sinaí y que se repiten, sobre todo, en los himnos: «Pero tú, ¡oh Yahvé!, eres Dios misericordioso y clemente, magnánimo y de gran piedad y fidelidad» (Sal 86, 15); el mismo retrato de Yahvé nos ofrecen los Salmos siguientes: 103; 111; 145, 8; hacen una clara referencia a la definición de Yahvé que nos es ofrecida en Éx 34, 6. Mencionan los dos atributos mayo res que el AT ha descubierto en su Dios. 49 F. N ô tsch er, o . c ., p. 17. 50 Sal 44, 9; 52, 11; 54, 8; 68, 5; 74, 21; 89, 17; 92, 2; 97, 12; 99, 3; 103, 2; 105, 1; 103 2; 105, 1; 113, 2; 149, 3; 9, 11; 46, 11; 67, 3; 100, 3; 145, 12.
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