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428 FELIPE F. RAMOS sa contra la crueldad de los hombres, y como en un tabernáculo los pones a cubierto de las ‘lenguas pendencieras’»; comparados estos dos versículos (20-21) con el 17: «Haz resplandecer tu faz sobre tu siervo, y sálvame en ai misericordia» se hace clara la referencia a la teofanía. La alabanza dirigida a Yahvé, por medio del canto hímnico, celebra su presencia en el santuario, su caminar hacia él desde el Sinaí o el monte de la revelación, su proximidad y la revelación de su poder y su gloria (= ka b od ) en unión con su teofan ía constitu­ y en u n a u n id ad p la sm a d a en diversas ocasion es (Sal 11, 4): «Está Yahvé en su santo palacio; tiene Yahvé en los cielos su trono; ven sus ojos, y sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres». La alusión al santuario celeste (Sal 29, 9; 103, 19), desde donde Dios observa lo que pasa en la tierra (Sal 102, 20). «Tú me muestras la senda de la vida: contigo la alegría hasta la hartura, a tu diestra, delicias sempiternas» (Sal 16, 11). El orante desea vivir y habla sólo de la vida; la muerte es lo vitando. La vida plena del salmista consiste en la amistad de Dios; con ella no se siente la amenaza de la muerte, como si nunca debiera de venir e interponerse en el camino. Esa vida de delicias es, además de bien en sí, signo de la amistad de Dios: el morir es, por el contrario, el signo de que Dios ha dejado de condescender a su favor. Sal 65, 5-6: «Dichoso el que tú eliges, y que atraes a morar en tus atrios: saciarémonos de los bienes de tu casa y de lo santo de ai templo. Con tremendos prodigios nos socorres, Dios de nuestras vic­ torias, esperanza de los confines de la tierra y los mares remotos». Los «tremendos prodigios» pertenecen a la terminología propia de la épica del éxodo y la conquista. La historia se hace en esta épica sagrada por intervenciones grandiosas de Dios en la naturaleza; el dominio de Dios se manifiesta simultáneamente en una y otra»M. En la misma forma que en los pasajes litúrgicos del salterio se habla del rostro d e Y ahv é 35 (Sal 33, 13.18; 85,14; 97, 3-5). Esto demuestra que no se trata de un simple género literario, sino que nos obligan a pensar en el contenido concreto de la representación y en su fundamento cultual. La contemplación del rostro d e Yahvé 34 Sal 16, 11; 33, 13.18; 68, 3-4; 85, 14; 96, 6.9; 97, 3.5. 35 H.-J. K rau s, o. c ., II, pp. 379 y 403.

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