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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (I) 427 que Yahvé llega del Sinaí. No son «actos míticos» los que constitu­ yen el esplendor de su epifanía real, sino el acontecimiento de la salvación: éxodo —Sinaí— el don de la tierra. Esta tradición cul­ tual que nos dice que Yahvé viene del Sinaí no debe entenderse desde el punto de vista general de una «concepción teofánica», sino que habrá que tener en cuenta también toda la dimensión de seme­ jante tradición cultual que, evidentemente, se halla afincada en el monte Tabor. Lo sorprendente es que lo que allí se piensa no es que Yahvé emigrara del Sinaí a la tierra de Canaán, sino que Dios sigue teniendo su sede en el S inaí aho ra igual que an tes 33. El santuario central de la federación de tribus ha dejado vesti­ gios de la epifanía de Yahvé en el templo en varios Salmos: El Sal 132 es una liturgia completa. En ella se deja constancia del traslado solemne del arca a Jerusalén como fundamento de la fiesta de Yahvé en tiempos de David; la repetición cultual de la consagración del templo; la unión de la federación de tribus con los ancestros del pueblo: «Como juró a Yahvé e hizo voto al Poderoso de Jacob... Mientras no halle estancia para Yahvé y habitación para el podero­ so de Jacob» (w . 2.5). En la celebración de la fiesta tenía lugar la conexión de la teofanía con la celebración de la solemnidad: «Leván­ tate, Yahvé, y ven a tu morada, tú y el arca de tu majestad» (v. 8, en clara referencia a Núm 10, 35-36). Cuando se nos presenta a Yahvé sentado sobre los querubines (Sal 80, 2; 99, 1) no cabe la menor duda de su referencia a la teofa­ nía cultual vinculada a l a rc a (cf. 2Sam 6, 1-2). Y la postración ante «el escabel de sus pies» (Sal 99, 5; 132, 7 (ver la referencia a lCron 28, 2; Lam 2, 1) y la consiguiente representación del trono d e Yahvé extendido p o r todo el salterio, así como la expresión a la sombra de tus alas (Sal 17, 8; 36, 8; 57, 2; 61, 5; 63 ,8), ponen de relieve que el Dios que se halla en lo alto de los cielos manifiesta en el arca sagra­ da su trono (Sal 11, 4; 18, 10-14; 31, 20-21). Copiamos del Salmo cita­ do últimamente los versículos siguientes: «Qué grande es, ¡oh Yahvé!, la misericordia que guardas para los que te temen, que a la vista de todos haces a los que en ti confían. Tú haces de tu presencia su defen- 33 Los breves comentarios a estos tres salmos están tomados de A. González en los lugares respectivos de cada salmo.

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