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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (I) 423 que nos parecen más significativos: «El Dios soberano, Yahvé, habla, convoca a la tierra de levante a poniente. Muéstrase en Sión, per­ fección de hermosura. Viene nuestro Dios y no en silencio. Le pre­ cede ardiente fuego, le rodea furiosa tempestad» (Sal 50, 1-3). El Dios de los dioses es una expresión superlativa. La hemos traduci­ do por «Dios soberano». La «perfección o corona de la hermosura» designa a Sión, el lugar donde reside y de donde viene Yahvé, por­ que en Sión está el santuario de Yahvé. Allí va a tener lugar la reu­ nión. Como es lógico, otras veces se dice que viene desde el Sinaí. Su teofanía se halla vinculada a los elementos de la naturaleza (v. 3) y viene para juzgar a su pueblo, para examinar su conducta. Él es el juez; pone de testigos al cielo y a la tierra y afirma irónicamente que «sus santos», aquellos con los que pactó la alianza en el Sinaí, a pesar de ofrecerle sacrificios, no se han dirigido a él con la oración de la alabanza, que es lo que verdaderamente le agrada. En el veredicto se pone de relieve la verdadera religiosidad: no basta saber de memoria el Decálogo y presumir de ello; es nece­ sario cumplirlo. Su conducta es una profanación de la ley divina. La fidelidad a Dios no la constituye el conocimiento de la ley, sino su cumplimiento; no el conocimiento religioso, sino la conducta ético-religiosa. El poeta piensa en los diez mandamientos 29. La alabanza y la acción divina o por la intervención de Dios son inseparables. Puede mencionarse una u otra en primer lugar, dada la certeza de la intervención de Yahvé. El salmista describe la venida de Dios a través del desierto para socorrer a su pueblo y viene con los atributos característicos de su poder y bondad. Evoca los acontecimientos del pasado: fue su guía por el desierto; hizo alianza con ellos; la teofanía sinaítica es descrita en sus rasgos esenciales: tembló la tierra, incluso se deshicieron los cielos, tembló el Sinaí ante Dios, el Dios de Israel; llovía una lluvia de dones sobre su here­ dad y cuando ésta desfallecía tú la recreabas (Sal 68, 5.8-11) 30. El esquema casi completo de las teofanías nos lo ofrece el Sal 18, 8-16: el temblor de la tierra y de los montes, la ira de Yahvé que brota expresada en forma de humo, de fuego, de carbones 29 E. P a n n ie r, o . c ., p. 365. 30 H.-J. K ra u s , o . c ., I, pp. 404-405.

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