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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (I) 421 la manifestación de Dios. El rayo y el trueno acompañan la radian­ te aparición de Dios 26. La petición ardiente se expresa en el Sal 3, 5-8: «Clamo a gritos a Yahvé, y él me escucha desde su monte santo. Me acosté y dormí, desperté, pues Yahvé me sostiene. No temo a una multitud de diez mil que acampan a mi alrededor». Es un llamamiento que penetra hasta el santo de los santos, hasta el lugar santísimo, donde el Dios de Israel se revela a sí mismo. Se invoca al «Dios del arca» y se espe­ ra una teofanía. El orante ha experimentado muy probablemente el acontecimiento de la automanifestación de Dios en el templo. Es un formulario que trasciende las fronteras de un orante particular y que son aplicables a todos aquellos que sufren o se sienten perseguidos y a los se anima a que busquen refugio en el encuentro con Dios. Los elementos fundamentales de la alianza, sinónimos en gran medida, de los utilizados en las liturgias antiguas, incluida la cristia­ na, proclaman ante los celebrantes el acontecimiento salvador ; que es presentado y escenificado como un «drama cultual» en el que se actualizan, se repiten, se reviven los hechos salvíficos fundamenta­ les. La escenificación del acto cultual representa lo acaecido en el pasado, repitiendo el mismo acontecimiento celebrado anualmente por la comunidad (Jos 24 nos describe la acción de Josué, que todos los años situaba a las tribus de Israel ante la opción de servir a Yahvé u optar por los dioses de Canaán). Esta invitación hacía que la comunidad participase con plena seguridad y confianza en la rea­ lización de la salud-salvación en el momento en que la aceptaba. De este modo se realizaba el sentido propio de la fiesta. Cuando el orante se expresa diciendo: «Pero yo con justicia con­ templaré tu rostro, me saciaré de tu semblante, al despertar» (Sal 17, 15) se refiere a una manifestación concreta, al estilo de la referida de Moisés: «Cara a cara hablo con él, y a las claras, no por figuras; y él contempla el semblante de Yahvé. ¿Cómo, pues, os habéis atre­ vido a difamar a mi siervo Moisés?» (Núm 12, 8). Se piensa, pues, evidentemente, en una teofanía. La contemplación del rostro de Yahvé «al despertar» o por la mañana hace pensar que, por la noche, ha pasado el tiempo siendo atormentado por el examen de Dios, y 26 H.-J. K rau s, o. c ., I, p. 387.

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