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416 FELIPE F. RAMOS aceptación de una fiesta especial de ascensión de Yahvé al trono, a la que nos hemos referido más arriba, tiene en su contra que nunca es mencionada en el AT 19. Lo vinculado a esta supuesta fiesta debe ser considerado como una parte de la renovación de la fiesta de la alianza de Yahvé, es decir, de una escena en el con­ junto del drama cultual. La ascensión de Yahvé al trono se halla unida en los Salmos a la teofanía sobre el arca, en la tradición de la fiesta de la alianza. La consideración de Yahvé como rey se halla también en otros Salmos que no tienen nada que ver con la ascensión al trono 20. Según el resto de los textos veterotestamen- tarios, la realeza de Yahvé es más antigua y extensa que la posi­ ble influencia del ritual regio del próximo Oriente como para deducir que la fiesta israelita de la alianza dependa de él. En este terreno es muy difícil ir más allá de las hipótesis. En la misma línea deben ser considerados los Salmos que, en el culto a Yahvé, se construyen sobre el esquema de la fiesta de la ascensión al trono de los reyes terrenos , con un ritual semejante al del próximo Oriente. Su influencia en la fiesta de la alianza en el templo de Jerusalén aparece desdibujada y la figura del rey en el culto se reviste de representaciones ajenas, como su filiación divina («Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado yo. Pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra» [Sal 2, 8; también podrían aducirse 45, 7 y 89, 27]); su reale­ za sacerdotal (Sal 110); la elección de David y de su linaje (78, 70ss.; 89, 20ss.); la salvación del rey y su señorío universal (Sal 2.18.20, 10.45, 6.72.110.144, 10); la intercesión por el rey (Sal 72, 15; 84, 10; 89, 51; 132, 10: damos la cita explícita del último men­ cionado: «Por amor de David, tu siervo, no te apartes de tu ungi­ do. El Señor juró a David —verdad que no reniega— «Del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono»). La ampliación de la tradición cultual de la federación de las tribus mediante la importancia del rey hizo surgir los Salmos reales (Sal 2, 18, 21, 45, 72, 89, 101, 110, 132, 144). Originariamente fue­ ron compuestos para pedir por el rey y por el éxito de sus empre- 19 Sal 5, 3; 8, 2; 10, 16; 24, 8ss.; 22, 29; 44, 5; 48, 3; 59, 14; 66, 7; 68, 25; 74, 12; 84, 4; 103, 19; 114, 2; 145, 1; 146, 10; 149, 2. 20 A. G o n z á le z , o . c ., p. 35.

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