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LA ORACIÓN EN LOS SALMOS (I) 1. INTRODUCCIÓN a ) Alabar a Dios cantando. Contar y cantar poéticamente la historia salvífica, las vicisitudes del encuentro. Eso pretenden los Sal­ mos. Confesar cantando y orando al Dios de la alabanza, a quien Israel reconoce como el único Señor. El Señor que está por encima de la naturaleza, por encima de los animales divinos, por encima de todos los dioses y diosas. Los Salmos repiten de múltiples for­ mas el antiguo credo de Israel. Un credo que, como sabemos, no estaba integrado por un sistema doctrinal de verdades, sino que giraba en torno a las intervenciones constantes de Dios en su pro­ pia historia. Desde el gran acontecimiento que le hizo pasar de la esclavitud a la libertad —el acontecimiento original y originante— hasta los últimos encuentros que pueden constatarse en el tiempo en el que canta el poeta. El salmista ora a Dios y quiere que su composición poética sirva para que otros hagan lo mismo. El poeta canta siempre. Es su profesión. Algo así como su segunda naturaleza. Por eso su canto recoge las más variadas y hasta contradictorias situaciones anímicas. Se expresa cuando está inunda­ do de gozo interior, cuando la naturaleza le descubre su belleza y se extasía ante ella; en momentos de grave depresión producida por los enemigos de la felicidad humana, cuando la angustia y desesperanza atenazan el alma; al descubrir la magnanimidad del corazón humano y su capacidad de producir alegría, ante las gran­ des gestas que protagonizan los dirigentes de la comunidad para el bien de su pueblo; cuando toma conciencia de la miseria humana y busca salida a las situaciones límite... Nada de particular que encontremos esta pluralidad de matices en el Salterio. Absolutamente natural que nosotros nos veamos reflejados en él. Ahí está nuestra misma existencia vivida anticipadamente por hombres como nosotros, con las mismas alegrías y penas, con los mismos deseos y parecidas esperanzas. Podría afirmarse que el con­ tenido de los Salmos es tan variado como la vida misma. En ellos se presencializa lo que el pueblo y el individuo sienten en la cele-

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