PS_NyG_2002v049n003p0367_0402

374 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ guíente descrédito de la existencia temporal o de la historia huma­ na. Por otro lado, Kenny79 ha manifestado que esta solución es inco­ herente, porque, ya que la relación de simultaneidad es transitiva, si «lo que hago ahora es simultáneo con la eternidad y el incendio de Roma por Nerón es simultáneo con la eternidad, ahora Nerón está incendiando Roma«80. Kenny, sin embargo, parece olvidar que tal conclusión es, en efecto, válida, pero sólo para Dios, porque también sólo para Dios se da que su eternidad sea simultánea a cada momento de la histo­ ria. Para nosotros, inmersos en el tiempo, no cabe afirmar que lo que yo hago ahora o el incendio de Roma sean simultáneos a la eternidad (y, por tanto, tampoco entre sí), pues un momento del tiempo no lo vemos como simultáneo a nada ajeno a él (para ello tendríamos que ser capaces de salir del tiempo). Claro que Kenny parece tener razón si lo que pretende afirmar es que nos resulta inconcebible qué sea esa eternidad, que la eternidad nos es un atri­ buto «incoherente». Pero no es cieno que no resulte concebible en sí mismo o incoherente: podemos pensar en él y sacar consecuencias (el propio Kenny lo hace en la cita reproducida líneas arriba). Que esas consecuencias nos resulten chocantes e incompatibles con nues­ tro modo habitual de hablar no significa que no podemos concebir el atributo de la eternidad, sino que precisamente al concebirlo saca­ mos consecuencias extrañas que nos pueden llevar a negarlo, para nuestro uso habitual, pero no para referirnos a un ser tan peculiar como Dios. Otros modos de conciliar la omnisciencia y la libertad humana son los dos que A. Plantinga ha defendido sucesivamente. El prime­ ro procede de 1974 81, y retoma la teoría del español Molina, de la «scientia media»> o conocimiento medio. Según ésta, Dios conoce el futuro porque conoce todos los mundos posibles que se pueden originar a partir de las acciones de todos los sujetos libres. No cono­ ce con certeza qué mundo posible será el que efectivamente se actualice (depende de la libertad) pero tampoco posee una igno- 79 Ibid., p. 172. 80 A. K enny , Aquinas. A Collection of Critical Essays, L ondres 1969, p. 264. 81 A. P lantinga , God, freedom and evil , N ueva York 1974. Cit., apud M. C os ­ tanzo , o. c., p. 215.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz