PS_NyG_2002v049n003p0367_0402

LA FILOSOFÍA PRAGMÁTICA DEL LENGUAJE Y EL ABSOLUTO (II) 373 La postura de Swinburne ha recibido, a su vez, varias críticas. Una de ellas es la de Anthony Kenny 76. Según él, es incoherente pensar que Dios pueda decidir no ejercitar sus conocimientos, es decir, su omnisciencia, para con ello dar libertad al ser humano. No se puede decidir «no tener conocimiento« de algo que sí se conoce. Pero Swinburne no defiende eso: no es que Dios decida limitar su conocimiento para crear seres libres, sino que crea seres libres, y eso limita su conocimiento como consecuencia inevitable (y por Él aceptada). Otra crítica a Swinburne es que un Dios que tiene que restringir su omnisciencia para ser capaz de crear seres libres es un Dios constreñido a ciertas reglas o normas (del tipo «si quieres crear un ser libre, tendrás que restringir tu omnisciencia») superiores y, por tanto, un Dios inferior a esas normas 77. Un intento de respuesta a esta objeción sería el considerar que no es que Dios se vea obli­ gado a acatar ciertas reglas, sino que Él elige tanto el crear seres libres como el restringir su omnisciencia, aunque podría hacer una cosa y no la otra; pero si lo hace así es para resultar racionalmente coherente a sus criaturas, los hombres. Dios, pues, elige dejar de ser omnisciente no sólo para hacernos libres, sino para que seamos capaces de entenderle consistentemente. El otro tipo de respuesta a la objeción de la incompatibilidad de omnisciencia y libre albedrío por parte de autores teístas es la de quienes no admiten que esa incompatibilidad sea tal, y por ello se niegan a limitar la omnisciencia divina al modo de Prior o Swin­ burne. Algunos, siguiendo a Boecio y a santo Tomás 78, han afir­ mado que la omnisciencia no coarta la libertad humana porque Dios ve futuro, presente y pasado como si fuesen presente (por­ que es eterno, i.e., ajeno al tiempo), y conocer algo que para uno es presente no impide que ese algo se esté haciendo, por su agen­ te, de modo libre. Esta elegante solución, apoyada en otro atributo tradicional de Dios, su eternidad, ha sido criticada desde dos fuentes: por un lado, se le reprocha que deja al tiempo como algo meramente «aparente» (ya que Dios es lo real y en Dios no hay tiempo), con el consi- 76 O. Pappa, o. c ., p. 137 ss. 77 Ibid., p. 158 . 78 Ibid., p. 166 .

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz