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400 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ Cabe plantear la dificultad de cómo es posible que Dios pre­ fiera a un ser mediocre, o incluso malo, sobre un santo. Pero esta dificultad no sólo no es tal en el Evangelio, en que Dios se mues­ tra como aquel que ama especialmente a los pecadores y deshere­ dados, sino que ya vimos, al tratar el amor de Dios, que Dios ama porque sí, y no por el bien que puedan dar sus criaturas, ya que a Él no le hace falta ningún bien. También puede resultar chocante el decir que Dios tiene «favoritos». Pero estamos hablando de que todos los existentes son sus favoritos, y, de todos modos, en cual­ quier concepción de Dios está claro que Él no crea todos los seres posibles, así que los que son de hecho creados sabe considerarlos como «elegidos». Estos argumentos y otros han venido a defender que la existen­ cia del mal es compatible con la tesis teísta 128. Pero ¿es compatible con ella la cantidad y cualidad (moral y natural) del mal que existe? Aquí nos movemos ya en el campo de la plausibilidad, pues cuanto mayor sea el mal perteneciente a la categoría de natural (no depen­ diente de la libertad humana), menos compatible parecerá con un Dios bueno. Para hacer parecer plausible que Dios exista pese al mal existente realmente se han elaborado varias teodiceas por la teo­ logía filosófica. Algunas son ciertamente imaginativas. Plantinga, por ejemplo, identifica los males naturales con las acciones de espíritus malignos, con lo cual se anula la categoría de mal no dependiente de la liber­ tad, y vale lo dicho previamente sobre el mal de seres con libre albedrío. Hartshorne y otros han postulado que Dios es un ser que evoluciona, que está «creciendo» y por ello, aunque muy poderoso, aún no es omnipotente y se explica fácilmente el mal natural sin atentar contra su buena voluntad 129. La mayoría de las tendencias, en líneas más ortodoxas, han visto los males naturales como posibilidades para ejecutar bienes de orden superior. Así, la enfermedad es ocasión para ejercer la compasión, etc. Incluso hay bienes de orden superior a los males morales: al mal moral de una mentira le supera el bien moral superior del per- 128 Ibid., pp. 170-177. 129 Ibid., p. 178 ss.

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