PS_NyG_2002v049n003p0367_0402

LA FILOSOFÍA PRAGMÁTICA DEL LENGUAJE Y EL ABSOLUTO (II) 399 mundo, la cantidad de bien que harán los hombres en él: como son libres, siempre el mundo creado puede ser ese mundo ideal de Mac- kie, en que todos hacen siempre el bien (a p rio ri nada excluye esta posibilidad); así que Dios, en cierto sentido, pone en marcha este mundo ideal, pero necesita de la colaboración de las libertades de los hombres para acabar de actualizarlo. No puede actualizar un mundo en que sepa que la libertad nos va a llevar a ser siempre buenos, porque sería como si actualizase una opción sola de nues­ tra libertad: es decir, aunque omnipotente, no puede hacer (como vimos) cosas lógicamente contrarias. En este sentido ha escrito Plan- tinga varias veces la que se llama su «free will defense»127. Otra respuesta a Mackie sería algo más complicada, pues inten­ taría asegurar la visión de Dios como omniscente no limitado por la libertad humana, al modo del Dios atemporal de Boecio. Un Dios así sabía, al crear este mundo, que no sería el mundo perfecto en que todos libremente actuaríamos bien, y no hubiese limitado nues­ tra libertad el que eligiese el mundo en que sí actuábamos bien, pues el Dios que lo ve todo en presente no limita la libertad de nadie, como el que nosotros veamos a alguien hacer algo en el pre­ sente no limita su libertad. Parece entonces difícil salvar la objeción de Mackie. Sin embargo, se puede hacer. Si Dios eligió actualizar este mundo aunque sabía que no íbamos a ser perfectos, es porque Dios prefería actualizar este mundo pese a todo, porque lo amaba más. Es decir, amaba más a cada uno de nosotros tal como somos que a los seres de ese otro mundo perfecto. Porque además esos seres no serían los mismos que nosotros. Cada uno de nosotros somos nuestra vida, nuestra memoria, nuestro pasado, presente y futuro, así que unos seres con vidas diferentes no seríamos nosotros (no cabe acudir a metafísicas y retorcidas nociones como haceidad para cifrar en ellos, y no en la biografía, el criterio de identidad). Dios actualizó este mundo y no el de los santos libres porque nos prefiere a nosotros sobre esos santos libres. La noción de amor de Dios sale enormemente enriquecida en esta concepción, pues eleva a cada individuo de este mundo a la categoría de favorito de Dios sobre infinidad de otros individuos posibles, más santos y más mal­ vados, que Dios hubiese podido crear. 127 ibid., pp. 156 -160

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz