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390 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ evitar argumentando que, aun sin personificar o sustantivar el bien, aquello que lo defina ha de ser un ser superior y Omniscente en últi­ mo término, si queremos que sea un Bien auténtico. Aquí, empero, este argumento se mezcla con la discusión sobre la bondad de Dios, así que lo veremos más detenidamente en la siguiente parte al ocu­ parnos de ésta como atributo. El segundo argumento de tipo débil es el de los milagros. Se argumenta, desde el teísmo, que la mejor manera de explicar muchos hechos incomprensibles es el de atribuirlos a la acción directa de un Ser Superior. El avance de la ciencia, lejos de ser un obstáculo para esta argumentación, le da nueva fuerza: si algo perfectamente conoci­ do por un instrumento tan afinado y certero como la ciencia actual ocurre, en algún caso raro, de modo diverso al que con tanta seguri­ dad sabemos que debería suceder, es que debemos incluir la hipóte­ sis razonable de un Dios acaiando allí. Las críticas a este tipo de argumentos han partido a menudo de los propios creyentes, que reivindican para el milagro el carácter de «signo» y no de demostración de la existencia de Dios: «no debe­ mos utilizar a Dios como tapa-agujero de nuestro conocimiento imperfecto... si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más... Dios es desplazado continuamente junto con ellos y, por consiguiente, se halla en una constante retirada. Hay que hallar a Dios en las cosas que conocemos, y no en las que ignoramos»107. Pero ya que sus defensores admiten que este argumento no es tanto una demostración cuanto un indicio de la existencia de Dios, las posturas tampoco parecen estar tan lejanas: si bien está claro que estos defensores piensan sólo en «indicios racionales», y el concepto de «signo» que manejan sus oponentes es más rico. Un tercer argumento débil es el que apunta la existencia de Dios como el mejor modo de explicar las experiencias religiosas. Está claro que a un individuo su propia existencia religiosa le con­ vence por sí misma o no le convence, y ahí no entra la racionali­ dad; pero si pretendemos que el hecho de que existan experiencias religiosas ha de ser explicado, y el modo mejor de hacerlo es el de 107 D. B onhoeffer , Resistencia y sumisión. Cartas desde la prisión, Salamanca 1983, p. 218. Vid. también el texto de Wittgenstein reproducido en el apartado 3.2.4.

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