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386 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ Pero, y he aquí la objeción, esas cosas posibles plenamente determinadas que no existen pueden ser pensadas. Y, al ser pensa­ das, pueden serlo como existentes o como no existentes. Y la dife­ rencia de pensarlas de un modo u otro, ¿qué es, sino una determi­ nación? Por ello, en las cosas que pensamos la existencia sí es una determinación, y el resto del razonamiento kantiano ya no serviría. Sin embargo, si vemos las cosas de este modo, es evidente que el pensar algo como existente, aunque esa existencia se haya deriva­ do de otras determinaciones que ya posea, no asegura que, de hecho, eso se dé como existente. Y ello por dos razones. En primer lugar, porque puede ser que nos equivoquemos al derivar de los atributos la existencia porque nos falten datos que contradigan esa derivación. Así, por ejemplo, cuando derivamos de los atributos de un limón maduro, que tiene que ser amarillo, puede que nos confundamos si nos falta un dato: que, además de ser limón y maduro, es un limón con un gen mutante que le da color rojo, por ejemplo. Los defensores del argumento ontologico replicarán que esto no es cierto para el caso de Dios, porque no se ve que algún atributo desconocido falte que contradiga que Dios es perfecto y que perfección equivale a existir (y no nos falta porque aquí hace­ mos un juicio analítico, no sintético, como en el ejemplo de los limo­ nes). Es discutible que analíticamente se pueda hacer este juicio (o, simplemente, que haya verdades analíticas) pero dejémoslo así y vea­ mos la segunda razón, por la cual si de los atributos de algo deriva­ mos analíticamente otro atributo, que es la existencia, ese algo no tiene por qué existir. Supongamos que inventamos el concepto de «mi-coche-existen­ te». De ese concepto cabe derivar muchos atributos, entre ellos que el coche es coche, o que es existente. Pero eso no significa que el atributo analíticamente derivado (por la ley de identidad) sea cierto, o sea, que «mi-coche-existente» exista. Los partidarios del argumento ontologico dirán que en el concepto de Dios no incluyen a priori su existencia (como ocurre en «mi-coche-existente») sino sólo su per­ fección, ¿pero el modo en que piensan la perfección, o sea, inclu­ yendo la existencia, no es un modo de incluir ésta a priori? En suma, tanto si pensamos en la existencia como determina­ ción como si aceptamos el modo de pensar kantiano, el primer argu­ mento ontològico de san Anselmo se ve en dificultades.

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