PS_NyG_2002v049n003p0367_0402

368 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ existir al menos criterios de identidad conceptual si se desea hablar coherentemente de Él desde un punto de vista racional. Pero los conceptos que habitualmente se emplean al hablar de Dios son, o bien vagos, o bien ininteligibles 62. Nielsen va demostrando que con­ ceptos como «ser en sí» no se oponen a nada, pues su contrario, ¿cuál sería? No, ciertamente, «nada», que carece de referencia. Así pues, no sabe hablar de valor de verdad en el habla teológica, aun­ que, a diferencia de Flew, Nielsen admita que algún significado debe tener lo religioso. Con todo, su crítica olvida que numerosas construcciones racio­ nales para probar la existencia de Dios sí que dotan a este de signi­ ficado, y de un significado que se opone a otros conceptualmente, con lo cual su crítica parece olvidar gran parte de la tradición teoló­ gica. Así, por ejemplo, «ser en sí» se opone al ser determinado por accidentes en la teología de inspiración escolástica, «causa incausada» a las «causas causadas»... Que haya un referente para tales conceptos es otra cuestión, como Nielsen admite; pero no parece plausible negar a estos conceptos todo sentido, habida cuenta de sus relacio­ nes sinonímicas, antinómicas y de todo tipo semántico 63. M. Durrant64 ha destacado que la palabra «Dios» juega papeles gramaticales incompatibles: nombre propio, predicable descriptivo, descripción definida.... Sin embargo, dado que la filosofía del len­ guaje no ha ofrecido soluciones globalmente aceptadas para clasifi­ car, por ejemplo, qué son los nombres propios, tampoco es de extra­ ñarse que ante un término como Dios no se haya encontrado una solución definitiva: ello revelaría más bien una incapacidad de la filosofía del lenguaje para ofrecer una teoría general de las categorí­ as que el que el término «Dios» no se emplee con cierta coherencia. Cabe dudar antes de la teoría que de que el uso de Dios sea inco­ herente. En el fondo, esto último es válido para cualquier demostración de la incoherencia del término «Dios», pues siempre se podría pen­ sar que tal demostración no ha hallado la coherencia especial que 62 Ibid., p. 33. 63 A. L euprecht , I concetti del religioso, Nápoles 1975, pp. 130-140. 64 Cit., apud, ibid., pp. 73-85.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz