PS_NyG_2002v049n003p0367_0402

376 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ ipso facto, otro hecho del pasado. Sin embargo, excepto en esta inter­ pretación de esta parte de la ciencia, algo como causación retroacti­ va parece un concepto obscuro y poco plausible. 5. LA VERDAD DE LA AFIRMACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS Tras haber visto que la existencia de Dios significa algo y que ese algo puede ser coherente, queda por conocer lo más importan­ te: Si es verdadera o no. Para ello, analizaremos la plausibilidad de aquellos argumentos que se dan a favor de la existencia de Dios; pues, en general, con Hanson, cabe pensar que lo que se debe demostrar no es la no existencia de algo, sino su existencia, y que, a falta de esta última demostración, lo razonable es no creer en tal existencia de Dios. Esta concepción, que será la que manejemos en este apartado, es, sin embargo, rechazada por algunos, como Plantinga, Alston y Wolterstorff. Según éstos, es racional y razonable creer en Dios sólo porque no contamos con ningún argumento definitivo en contra 83. Por supuesto, su postura no es aplicable a todas las proposiciones, sino sólo a aquellas básicas (para el resto sí valdría la exigencia de Hanson de, o bien demostrar la existencia, o bien aceptar sólo la no existencia). Esto enlazaría con las posturas de Haré, sobre el blik que no se demuestra y que es básico a todos los demás conoci­ mientos. Prescindiendo, sin embargo, de esta noción de racionalidad, vea­ mos qué argumentos son los que, para la teología filosófica, apoya­ rían la verdad de la proposición «Dios existe» de un modo racional; argumentos que, de ser todos rechazables, llevarían, por el contrario, a pensar que lo razonable es pensar que Dios no existe. A menudo se reconocen en la generalidad de la corriente filosófica que en este trabajo estudiamos tres argumentos como los principales, y otros tres como más débiles. Veámoslos por paites 83 Vid. J. Y o r k , o. c., p. 185.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz