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334 ANTONIO DE OTEIZA con el mismo argumento del alfarero: llevaban sus cuatro dedos de la mano derecha a los labios, los movían en abanico, que había que comer. Pero eso de comer, que hay que comer, lo sabemos todos. Pero también hay que saber que el arte es una profesión del espíri­ tu, algo que está en tus manos como un privilegio y al que hay que corresponder así también con un fuerte y distinto espíritu, superan­ do los miedos que nos puedan empequeñecer. El artista tiene la oportunidad de vivir en la dimensión de la trascendencia, y es ese horizonte al que no se debe renunciar; aun­ que todo esto, que decimos con cierta facilidad, ciertamente que en la práctica no es un ejercicio fácil. Éste sería mi personal y primer aviso para aquellos que eligie­ ran el arte para su vida, y el segundo este otro: Por razón de nuestro particular ambiente, de nuestra manera de pensar, de sentir, aquel que comienza o se ejercita en el arte y viniera ya de otra particular profesión; que quiera ser artista y a la vez sea profesional de otra actividad en su vida, vendrá a descubrir en su alrededor cierta oculta oposición. Es fácil que se le venga a recordar aquello de «zapatero a tus zapatos». Es que sucedió en aquel entonces que un zapatero se puso a cinchar la montura a un caballo y no lo supo hacer, y el caballista vino a caerse del caballo. Pero ahora y entre nosotros, aunque supiera hacerlo, ser zapatero y cinchar, que el individuo pudiera emplearse en dos profesiones, el de tener una y ser a la vez, querer ser artista, se le seguiría recordando lo mismo, se sospecharía de lo nuevo a que viene a emplearse. Es que no se acepta fácilmente que eso suceda, no fácilmente para aquellos que tienen una sola activi­ dad, una sola vida. Pero aquellos que comienzan en el arte, que llegan desde algu­ na otra profesión y que ahora sienten el arte en su vida, algún día podrán llegar a comprender que esa nueva vida que se siente en hondura les habrá sido preferible a la otra, a la otra de sobrevivir, el de haber pasado la vida fuera de uno mismo. Más aún, añadiríamos que no existe actividad humana en la que nos hubiéramos empleado antes que no nos venga a ayudar, a acompañarnos positivamente en nuestro nuevo trabajo del arte.

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