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LO VITAL Y LO CREATIVO EN ESCULTURA * Fui a visitar al alfarero, estaba trabajando en su torno, sacando vasijas, le miraba en su trabajo y él seguía, trabajaba con la rapidez y seguridad de la experiencia, las rebanadas sobrantes de cada vasi­ ja las iba arrojando al suelo, y ese suelo crecía y cambiaba en figu­ ras informales, era como un universo cambiante de formas, un mundo de frescura plástica. Yo miraba y me crecía el asombro, me parecían bisontes en el techo de Altamira. Al alfarero le quise llamar la atención sobre esas figuraciones que iban apareciendo, pero para él todo eso solamente era un mon­ tón de arcilla, y seguía separando cada vasija por su base con el alambre y el montón crecía y cambiaba en figuras sugerentes. Le pedí que me dejara recoger algunos de esos sobrantes que él no veía, y los fui colocando sobre unas tablas, y aquello que creía ver lo fui ayudando con un toque de dedo y así me fueron saliendo los relieves. El alfarero me decía que había que comer, así fue pasando su vida, con las urgencias de lo cotidiano, metida su mirada, sus manos, en la vasija para el pan de cada día. Pero yo digo que si hay una manera de sobrevivir, hay también otra para vivir, para mejor vivir. Le dije, que quizá con menos traba­ jo se pudiera también comer, y mejor. El alfarero comienza pronto en su oficio, se repite en exceso, y luego está su incomunicación. Hay también muchos hombres y mujeres que comienzan en el arte y ya parecen tener las mismas prisas que el alfarero, apresura­ dos, rápidos para el vender, a la escucha del cliente, por todo el horizonte, lo de cada día. A cuántos he conocido que, con grandes facultades para el arte, vinieron a quedarse, a repetirse, en el encargo anodino, y siempre * Conferencia pronunciada en la «III Universidad de Escultura» (Alicante), 19 de julio de 2001.

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