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SUGERENCIAS EN TORNO AL SONETO «NO ME MUEVE, MI DIOS» 303 diñaría. Extraordinaria en su acogida benévola y entusiasta y en el cultivo invariable de su forma esencial. Una fortuna que ninguna otra forma externa poemática ha conseguido ni siquiera igualar. ORIGEN DEL SONETO La medida silábica para el verso y las rimas asonante y conso­ nante para la estrofa fueron dos espléndidos hallazgos y legados poéticos de la Edad Media. La estrofa está constituida por todo un bloque expresivo cristalizado en sistema regular. Esta regularidad formaliza su esquema externo. El origen de ambas, rima y estrofa, hay que buscarlo, pues allí se encuentra, en la liturgia medieval, como tantos otros elementos literarios modernos. Y cabalmente en su música. Es curioso comprobar cómo, a lo largo y ancho de la historia de la cultura, han sido muchas y muy fructíferas las relaciones influencía­ les entre ambas artes señeras. Una muy notable de esas influencias, a más de las dos indicadas, fue el isosilabismo en la construcción de los versos latinos medievales. Esta técnica en la construcción de los versos pasó luego a la construcción poética medieval en las lenguas romances europeas, especialmente en las románicas. El vocablo latino «sequentia», con el que se denomina aún hoy una composición poética que precede a la proclamación del Evan­ gelio en algunas misas de grandes festividades, esta composición tomó su nombre de la técnica musical. Tal técnica se usaba en el canto del «alleluia», que precedía al canto del Evangelio del día. En dicho canto aleluyático, la «a» final se prolongaba, en latín «sequeva- tur» —se seguía— . La prologación musical de la «a» se hacía con una melodía convencional, sin palabra alguna en un principio. Recuér­ dese el aleluya cantado según el ritmo antiguo en la misa del Sába­ do Pascual, conservado litúrgicamente hasta hace muy poco. A la indicada melodía de la «a» pascual, se le empezó —al pare­ cer en el siglo vm— a asignar una frase que debería tener tantas sílabas como notas la melodía. Al principio, esta frase no se exigía que fuese un verso. Al contrario, se la consideró frase en prosa; de hecho, así empezó a llamarse, «pro-prosa». Este término latino, equi­ valente a nuestra prosa política, se encuentra usado por primera vez

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