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326 ABILIO ENRÍQUEZ CHILLÓN expresar su denso contenido. Si valioso y elegante fue el traje con que acertó a vestir su soneto, mucho más precioso y de más cuaja da belleza fué el cuerpo al que supo dar su soplo de vida. El enun ciado verbal de la tesis que se proponía probar pudiera ser éste: Acto p e r fe c to d e am o r a Dios. A lo menos la manera de hacer un acto de amor perfecto a Dios, es el objetivo propio y directo que se aprecia a lo largo de sus catorce versos. Y lo logra tan felizmente que, al terminar de leerlos, el que haya tenido la fortuna y enten derlos podrá decir con toda verdad: ya sé lo que es hacer un acto de perfecto amor a Dios. El problema a resolver que se le presentaba al autor no era fácil de conseguirlo por doble dificultad: primera, cómo probar con clari dad, acierto y precisión el contenido ideológico que se proponía; segunda, lograrlo en el reducido marco de sólo catorce versos. Indu dablemente ambas dificultades las superó satisfactoriamente. Al superar la primera, dio pruebas de su excelente preparación teoló- gico-mística. Al conseguir tan espléndidamente la segunda demostró la habilidad y destreza de un buen poeta. Como experto silogista trata en primer lugar de hacer lo que un buen filósofo diría refutar a los adversarios. En su caso nuestro autor comienza por desechar negativamente dos formas que no lo mueven a amar a Dios. Primera, la esperanza del premio, nada menos que la gloria: «No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido». No lo desecha porque sea malo, él sabe de sobra que sería un móvil santo y bueno y muy aceptable. Pero a él no lo mueve porque no es el más perfecto, el mejor, y él aspira a lo mejor. Menos aún le mueve la segunda, el temor del castigo: «Ni me mueve el infierno tan temido». Al igual que el anterior no lo dese cha por malo, pues sería lo mismo de bueno y de legítimo, sino por menos bueno. En esta segunda negación usa fuerte y expresiva, ese tan afectando precisamente a ese calificativo tan propio del lugar tem ido. Añade además una razón para desecharlo, pues la conse cuencia por la que la rechaza es que de ella se seguiría el desamor, lo contrario al amor: «para dejar por eso de ofenderte». En esta doble refutación ha consumido tan sólo el primer cuarteto. Ha desechado ambos motivos porque no serían de amor desinteresado y puro. Usa aquí también una gradación, pero descendente, de lo poco bueno a lo menos bueno.
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