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312 ABILIO ENRIQUEZ CHILLÓN ejemplar único que se conserva en la Biblioteca de San Isidro, quien mejores títulos puede alegar es nuestro Guevara»34. Creo que a pocos o ninguno convencerá su conclusión como no sea a los agustino. Otro parecer. Eugenio Asensio, citado por Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez, opina que el soneto debe ser de los primeros años del garcilasismo u obra de un poeta primerizo, pues es incapaz de combinar diversos tipos de endecasílabo. Ambas conclusiones me parecen absolutamente gratuitas. El soneto más bien parece del Rena­ cimiento bastante avanzado. Y en cuanto que se trate de un primeri­ zo, tropieza con dos reparos bastantes claros: primero que el soneto está tan magistralmente construido, que no parece pueda ser de poeta primerizo. Segundo que quien es capaz de hacer lo más per­ fecto como son los endecasílabos con acentos principales en sexta y décima sílabas, me parece que no puede ser tachado de incapaz. Lo sucedáneo puede ser bueno, pero nunca será mejor que lo sustitui­ do. La sacarina nunca tendrá mejor dulzor que el azúcar. Además, está el ejemplo del Marqués de Santilla que contradice el parecer de Asensio. Este sí que era primerizo y en sus Sonetos fechos al itálico modo , encontramos versos de todas clases, incluso no pocos de los llamados de gatita gallega que ni asoman por el soneto. Después de lo que llevo escrito se me ocurre la pregunta: ¿qué tiene de especial este famosísimo soneto, sin autor conocido, y obra poética de primera magnitud y de tan breve expresión, para que haya tenido la fortuna de ser acaso la producción de toda la copiosísima producción literaria española más conocida y divulgada después del Quijote? Y ¿qué tiene de raro este diminuto poema, para haber tenido la suerte no sólo en España, sino también en la América hispana, incluso en toda Europa, en la que será rara la lengua a la que no haya sido traducido? Hasta fue traducido y por partida doble a la lengua latina 35. Humildemente creo que la razón de todo ello ha sido no otra que la de su extraordinario valor poético y sobre todo su sor­ prendente calidad de contenido ideológico perteneciente a la rama cumbre de la teología mística, el amor puro y perfecto debido a Dios. 34 Ángel C ustodio V ega , Fray Miguel de G uevara y el soneto -No me mueve, mi Dios-, pp. 663-664. 35 Versiones latinas. Una empieza «ego te amo, nec amo te ut salves me»; la otra, «ut te colam...»

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