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LA FILOSOFÍA PRAGMÁTICA DE LENGUAJE Y EL ABSOLUTO (I) 289 Además, la contrastación, aunque no apoyada en lo empírico, no es imposible del todo: comparando nuestro «blik» con otro ajeno podríamos ver, por algún motivo, que el ajeno resulta más apro­ piado, y cambiar el nuestro por el otro. Ello sería posiblemente interpretado en la parábola del lunático como la curación de éste por cualquier motivo. Sin embargo, hay que resaltar que ese cambio no habría de darse por una experiencia concreta, pues ésta nunca pretende falsar el «blik» general (si así fuese, nos acercaríamos al caso de Mitchell y el partisa­ no, en que las experiencias concretas sí que aspiraban, aunque no siempre de modo decisivo, a falsar el «blik»). Puesto que el «blik» defi­ ne su propia racionalidad, no es posible pensar en que el motivo del cambio del «blik» fuese racional, y en este caso Haré abocaría al irra- cionalismo de la elección entre «bliks» (el criterio de la mayoría, en cuestiones de verdad, puede ser fácilmente rechazado). Sin embargo, si se admitiese que cierta racionalidad interna a un «blik» podría llevar a rechazar ese mismo «blik», sí que cabría hablar de racionalidad en la elección del «blik» que menos contradicciones internas plantee en su misma racionalidad. Otra crítica de Flew a Haré 42 es que, si una afirmación religio­ sa no fuese tal afirmación, sino mera expresión del «blik», el decir «debes hacer tal cosa porque es la voluntad del Señor» sería equiva­ lente a decir «debes hacer tal cosa», y la primera expresión no sería más que una pseudoexplicación, un fraude. Pero Flew olvida que a veces es conveniente resaltar el «blik» desde el que hacemos una afirmación, no para añadir a la afirmación sentido empírico, sino para mostrar su plausibidad, por ejemplo. Así, el razonamiento de Flew llevaría a que decir «A sigue a B» o decir «A es efecto de B» son lo mismo, pues en el segundo caso se expresa lo mismo que en el primero, aunque desde el «blik» de la causalidad del mundo. Y, sin embargo, es evidente que no es un fraude, ni es absurdo, añadir a la expresión que desde nuestro «blik», esto es un caso de la ley de la causalidad. Si bien este ejemplo para Flew seguramente no sería válido, pues, como empirista estricto que es, tampoco admitiría la ley de la causalidad. 42 íbid.

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