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266 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ La segunda diferencia se refiere a su localización geográfica, que ha venido siendo tradicionalmente el ámbito anglosajón y, en especial, revistas como Mind, The Jo u rn a l o f Philosophy, American Philosophical Quarterly, The Philosophical Review... Las peculiaridades especiales y temporales explican la tercera diferencia, que es consecuencia de la tradición en que se inscribe esta corriente, y que atañe a los métodos que en ella se suelen emplear. Incluidos en el ámbito de la filosofía analítica del lenguaje, los «teólogos filosóficos» recurren a menudo al análisis lógico lingüís­ tico y conceptual; a emplear ideas de la semántica de la lógica con­ temporánea, o de la pragmática heredera de Wittgenstein, Searle y Austin, por ejemplo. Por último, una cuarta nota a resaltar es que la teología filosófi­ ca, a diferencia de la teología natural, no incluye sólo a aquellos que, de algún modo, ya se hallan previamente convencidos de la existencia de Dios y argumentan filosóficamente sólo con el fin de hacer apología de su religión 2, sino que así mismo los que se con­ sideran ateos y razonan para probar racionalmente lo legítimo de su ateísmo pertenecen por entero a esta corriente, o los que sólo se interesan por aclarar ciertos conceptos referidos a Dios. 2. DIVISIÓN DE LA TEOLOGÍA FILOSÓFICA Se puede dividir el ámbito de la teología filosófica en, por una parte, los aspectos referidos a la existencia de Dios y, por otra, los aspectos en torno a sus atributos. A su vez, al discutir sobre la exis­ tencia de Dios se puede hablar de si tiene significado o no afirmar tal existencia, si es coherente o no tal significado y si, dada la cohe­ rencia y el sentido de hablar de una existencia así, cabe demostrar racionalmente que efectivamente tal existencia se da o no se da. 2 Aunque esto no significa que se considere la argumentación suficiente para producir una conversión. Así, Malcolm, tras su defensa de una versión del argumen­ to ontològico de san Anselmo, afirma que puede «imaginar a un ateo recorriendo el argumento, convenciéndose de su validez, defendiéndolo sutilmente contra sus obje­ ciones y, sin embargo, manteniéndose ateo». N. M alcolm , «Anselm’s Ontological Argu­ ments», en The Philosophical Revieiv, I960, p. 159.

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