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LA FILOSOFÍA PRAGMÁTICA DE LENGUAJE Y EL ABSOLUTO (I) 283 terio de falsabilidad. Así, para Popper, la falsación de una proposi­ ción particular afirmativa (como «Dios existe») sería una proposi­ ción general negativa (ningún Dios existe), lo cual es indemostra­ ble. Lo que sí cabe es afirmar la proposición general negativa («no hay ningún Dios») y buscar su falsación particular afirmativa («Dios existe»), y, en tanto que no se encuentre, mantener la plausibilidad de la general negativa. Hanson reconoce que hay hechos empíricos que le llevarían a negar la proposición general negativa que él mantiene, la de que «no hay ningún Dios», y a afirmar, por empíricamente verificada, la proposición particular afirmativa «Dios existe» (al igual que ciertas pruebas empíricas le llevarían a aceptar la existencia del hombre de las nieves o de los duendes verdes de la luna). Estos hechos serían del tipo de una aparición divina explícita y que no ofreciese lugar a dudas. Sin ellas, empero, lo razonable es no creer. Flew, en el fondo, podría aceptar la postura de Hanson, pero tendría que reconocer que «Dios existe» tiene significado, aunque después pasase a mostrar que, como no está verificada empíri­ camente, no es cierta. El desafío de Flew, pues, queda superado por Hanson, pero de tal modo que aboca, en un segundo momento, casi irremediablemente el ateísmo, pues la verificación empírica que se reconoce que da significado a «Dios» es tan improbable que pocos creerían basándose sólo en experiencias semejantes a ella. Sin embargo, cabe objetar a Hanson que la verificabilidad empí­ rica no se puede exigir a una proposición para que posea significa­ do, pues nos veríamos de nuevo inmersos en los problemas del Cír­ culo de Viena para delimitar qué es una verificación empírica utilizando sólo verificaciones empíricas. Además, y es el campo de lo religioso, cabe pensar que, igual que con el partisano de Mitchell, en el fondo ninguna experiencia tendría por que convencer a Han- son fehacientemente de la existencia de Dios y no dejarle la alter­ nativa de pensar en una alucinación, un sueño o un montaje. Es decir, que aunque admitiésemos, contra lo que nos enseñan los ava- tares y el fracaso del Círculo de Viena, que el significado lo da la posibilidad de verificación empirista, esta verificación empírica podría siempre ser rechazada como tal de modo razonable si así lo desea el que verifica. Recordando las conferencias de Wittgenstein sobre religión:

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