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278 MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ nos ama», «Dios nos perdona» o «Dios nos cuida» encuentran su sig nificado peculiar por la encarnación de Jesús, que muestra en sí mismo (y no sólo por las analogías de sus parábolas, como en Crom- bie) cuál es el modo de ser de Dios. 3.2.3. B. Mitchell: La derecha creyente El único filósofo que replica a Flew, sin embargo, en su propio campo, es Mitchell. En efecto, para él las proposiciones teológicas sí son falsables por la experiencia empírica, y lo son en este mundo y por las mismas experiencias en que pensaba Flew: el bien y el mal del mundo, el dolor, el amor... Flew no se equivocaba al plan tear su desafío. Lo que ocurre es que se equivocaba al no ver que, de hecho, ya hay muchas experiencias que teólogos y creyentes admiten como posibles falsaciones de la existencia de Dios: «el teó logo no negará que la existencia del dolor cuenta contra la afirma ción de que Dios ama a los hombres»23. La afirmación «Dios existe», pues, tiene significado en el mismo sentido en que pensaba Flew: cognoscitivo y falsable en este mundo de modo intersubjetivo (el mal es una experiencia común, también el dolor, etc., no como la «iluminación» de que hablaba Ramsey) . ¿Por qué, entonces, esas falsaciones no falsan todas la creen cias en el amor y la existencia de Dios? La respuesta de Mitchell será que no todo está tan claro. Aunque uno posea falsaciones de un enunciado, puede poseer a la vez razones mejores que las de la fal- sación para conservar su creencia. Sorprendentemente, Mitchell se adelanta aquí a lo que los filósofos de la ciencia descubrirán más tarde en la ciencia que también Popper creía falsable. Así como Kuhn y Lakatos dirán a Popper que su criterio de falsación no es nunca definitivo, y que una teoría puede acumular muchas falsacio nes sin ser modificada o abandonada 24, Mitchell advertía un dece- 23 B. M itch ell , New Essays..., o. c., p. 103. 24 Popper pensaba que la falsación de una teoría no siempre llevaba a su abandono, pero sí al menos a la modificación, por hipótesis ad hoc, de la parte fal- sada. La historia de la ciencia vino a mostrar que a menudo las falsaciones no mo vían un ápice las teorías.
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