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LA FILOSOFÍA PRAGMÁTICA DE LENGUAJE Y EL ABSOLUTO (I) 275 cinación, ya que siempre se produce en experiencias privadas y no intersubjetivas (o no con la intersubjetividad en que Flew piensa: la que nos proporciona los cinco sentidos). Sería como si en la pará­ bola del jardinero, el creyente de repente afirmase que tal jardinero existe, porque él lo ve, pero el escéptico siguiese sin verlo y ni los perros ladrasen ni la valla metálica hubiese detectado movimiento alguno. ¿Cómo mostraría el creyente que el jardinero no es una alu­ cinación suya o una simple mentira? Sólo cambiando el criterio de «empírico» comúnmente admitido, Ramsey da respuesta a Flew en su campo (el de la falsabilidad empírica), por lo que en realidad sería un miembro del ala más izquierdista de la derecha oxoniense. 3.2.2. /. M. Crombie y J. Hick: La d erech a m oderada En los Nuevos Ensayos s ob re Teología F ilosófica aparecen ya unas primeras respuestas al desafío de Flew. Una de ellas es la de L. M. Crombie. Para él, los asertos teológicos sí que tienen una falsa- ción posible, lo que ocurre es que esa falsación nos es de momento algo lejana: es una falsación post mortem. En la Tierra no es posible falsar la existencia de Dios, pues nunca podemos ver la totalidad, pero sí que tendremos experiencia de ésta tras la muerte. ¿Cómo podemos, entonces, hacer afirmaciones sobre Dios en tanto que no muramos? Crombie deja claro que la referencia de las aseveraciones teológicas no son el campo de lo empírico, pues uti­ lizamos el nombre propio «Dios» de un modo diferente al del resto de los nombres propios, y sus predicados (como «existe», «ama», «creó el mundo») de un modo diferente también a como atribuimos estos predicados a otros sujetos. Para hablar, entonces, el «reference range» (ámbito de referencia) de lo teológico hay que emplear la analogía, figura retórica con una amplia elaboración en la tradición filosófica y teológica. Y el criterio para distinguir entre analogías apropiadas y no apropiadas será el criterio de la autoridad del Evan­ gelio, donde Jesús muestra el modo más correcto para hablar analó­ gicamente de Dios (como padre que perdona al hijo pródigo, o como rey que invita a un banquete, etc.). Crombie, por tanto, admite el desafío de Flew, pero pospone la falsación posible a un momento que, seguramente, no era el que

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