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206 POLICARPO FELIPE ALONSO El hecho de que se cite tal cantidad de milagros no se debe solamente a la voluntad del narrador de la Crónica, sino que más bien se enfatiza tal necesidad en el programa hagiográfico que sirve de punto de partida para la redacción, y es este programa, como estamos viendo, el que condiciona el esquema de la redacción. 1.3.2. El ejercicio de las virtudes Pero no son sólo los milagros los que nos muestran la calidad de las figuras de santidad de la Crónica, sino que también el ejerci­ cio de las virtudes ayuda a contrastar el ejercicio de la santidad. Ésta no se vincula solamente al número concreto de milagros que pueda realizar un hermano, sino también a la cantidad y calidad de virtu­ des desarrolladas en su vida. Da la sensación de que Boverio, ayudado del programa hagio­ gráfico una vez más, hace un elenco general de virtudes que va imponiendo a todos los frailes de la obra. Todas tienen que ver con la observancia de la regla y todas, a su vez, gozan de una gran rele­ vancia. Configuran este hilo de virtudes la humildad, fundamento primero del que deben partir las demás virtudes, la pobreza, que despoja de lo inservible para seguir a Dios más adecuadamente, la oración, impulsora y madre de la Orden, la penitencia, expresada por medio de los ayunos y de los castigos corporales, y la caridad. Destacan en nuestro relato la oración, la pobreza y la penitencia. No profundizamos más en este aspecto porque lo veremos más detenidamente en el capítulo correspondiente. 1.3.3. El martirio Se trata de otra de las vías comunes de acceso a la santidad que se dan en la Crónica. El deseo de martirio se fundamenta principal­ mente en el sufrimiento de Cristo; así, muchos religiosos tratan de santificarse buscando el martirio para asemejarse más al maestro. La forma de martirio más común es la penitencia, todo tipo de ejerci­ cios y castigos corporales, cilicios, ayunos, pero también se busca el padecimiento directo y por eso algunos religiosos parten a tierras de infieles buscando el padecer por la causa de Cristo. Se trata, pues, de una forma de santificación en sí.

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