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240 POLICARPO FELIPE ALONSO día de virtud divina, unos senadores mandaron que se lavase el cuerpo dos o tres veces para ver si persistía el mismo, y cita Bove­ rio que «cuanto mas le iban lavando, tanto mayor se experimentava la suavidad del olor que salia dèi» 387. Los observantes, al enterarse de las intenciones del cura de la iglesia de san Moisés, decidieron recurrir al nuncio Apostólico para solicitar el cuerpo de fray Mateo, que les pertenecía por dere­ cho. El cura también se acercó al nuncio y declaró que el cuerpo le pertenecía a él por derecho, ya que había muerto en su iglesia. Finalmente, el Nuncio «determinò, que el cuerpo se restituyesse à los Padres de la Observancia, pero que le llevassen à su iglesia en secreto, y sin pompa alguna funeral, y le enterrassen en la sepultura común à los religiosos, porque no se le diesse el culto, y veneración devida a los santos, antes de hacerse las diligencias, que se acostumbran, y antes que la Iglesia interpusiesse su decre­ to canonico, como es necessario» 388. Una vez trasladado y ente­ rrado, no sin poco concurso de personas y bajo la vigilancia de un delegado del nuncio para que no se contraviniesen los sacros cánones, su tumba se convirtió en un centro de peregrinación; esto hizo que los hermanos solicitasen cambiarlo a una tumba más adecuada, de mármol, y en solitario. Finalmente llevaron a cabo dicho cambio. Concluye Boverio el relato, diciendo: «Después de lo referido, fue perpetuo el concurso, que acudió al sepulcro del santo varón, por espacio de doze años, no solo de la Ciudad de Venecia, sino de diferentes Regiones. Y los milagros, que en este tiempo obró Dios por sus méritos, y testimonios dellos, col­ gados en las paredes crecieron en tanto numero, que por manda­ to de la Sede Apostolica se empegaron à hazer las informaciones para beatificarle, sin que ayamos sabido, que causa huviesse para averias dexado imperfectas» 389. Pero tal proceso quedó finalmente incompleto. Boverio achaca tal imperfección a dos motivos: pudie­ ron ser la pobreza de la Orden, o el descuido y poca perseveran­ cia de los que fueron a Roma. Acabará lamentándose de la falta del título de santidad al varón de Dios que era merecedor del 387 Id., n. 124, p. 524. 388 Id., cap. XIX, n. 125, p. 525. 389 Id., n. 128, p. 526.

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