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LA IDENTIDAD CAPUCHINA EN LOS ANALES.. 233 espirituales en la Religión... si la oracion se dexa, por tanto que sea el Religioso, y por adelantado que esté, no podrá escapar de una miserable cayda...» 373. 3.2.3. Penitencia: medio para nacer de nuevo Como hemos podido venir comprobando en nuestras figuras de santidad de la Crónica: el desapego, el desprendimiento de las posesiones, un sentido profundo de pobreza, era un medio adecua­ do para acercarse a Dios, poderle poseer, ser más libres para rela­ cionarse con él. Pero no es el único medio, la penitencia en todas sus formas también constituye un recurso adecuado para ello. Los frailes, a través de toda una serie de tribulaciones, fundamentalmen­ te corporales, se pretende un mayor desapego de las pasiones per­ sonales y una mayor semejanza a los sufrimientos de Cristo en su pasión, y a los del propio Francisco 374. Por tanto, nos movemos en el mismo esquema de imitación al que ya hemos hecho referencia. Son múltiples las formas utilizadas para hacer penitencia por parte de los personajes de la narración, desde ayunos, cilicios, des­ calcez, hasta autocastigos constantes y otras tribulaciones. Todas estas maneras están encaminadas a un claro objetivo: la «guerra al cuerpo», enemigo del espíritu, para asemejarse más a Cristo. Aun­ que también se ejercitaba la penitencia para descubrir la voluntad de Dios en el religioso o para solicitar la gracia del martirio. Tam­ bién el ayuno, muy socorrido como una de las formas principales de penitencia, era practicado por casi todos los hermanos. Detrás de todas estas vivencias extremas se vislumbra la expe­ riencia y vivencia de san Francisco. No olvidemos que el amor a los padecimientos y a las mortificaciones había sido una de las caracte­ rísticas fundamentales de su vivencia. 373 Id., n. 68, p. 555. 374 Se nos dice a propósito de san Francisco en la Leyenda de los tres compa­ ñeros, 14, que «fueron tantas las mortificaciones con que maceró su cuerpo, que, así sano como enfermo, fue austerísimo y apenas o nunca condescendió en darse gusto. Por esto, estando ya para morir, confesó que había pecado mucho contra el herma­ no cuerpo». J. Antonio Guerra, San Francisco de Asís, Madrid 19914, 540.

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