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LA IDENTIDAD CAPUCHINA EN LOS ANALES. 231 sa carissima de Iesu Christo, y herencia de inestimable valor, dexa- da por nuestro Padre S. Francisco á sus hijos en su testamento» 369. A modo de conclusión, recopilamos las ideas fundamentales a propósito de la pobreza. En primer lugar, tenemos que partir de la dificultad de encontrar un término uniforme que englobe vivencias tan dispares de un misma experiencia, esto sobre todo por lo que toca a la pobreza exterior. La diversidad de interpretaciones de la Regla y el Testamento de Francisco hacen que haya múltiples expe­ riencias, unas apoyándose más en el carácter eremítico, otras dentro de un régimen más conventual. Lo que sí se nos presenta de una forma más diáfana en la Crónica es que, a la hora de ver cualida­ des de pobreza, es más pobre el que tiene solamente un hábito durante el invierno, el que se conforma con lo mínimo e incluso menos... La pobreza responde a una serie de comportamientos aus­ teros que se ponen de manifiesto en la vida de los frailes con mayor fama de santidad. Todo esto adquiere mayor uniformidad en la lla­ mada pobreza espiritual o interna, que se encarga de situar los fines a los que está encaminada la pobreza en sí, que no son otros que el desprendimiento de todo aquello que estorba para acceder más fácilmente a Dios, y este desapego comienza por uno mismo, dejar morir pasiones, instintos, sentimientos... con el fin de que nazca una nueva persona, un nuevo fraile. 3.2.2. Oración: elemento central de la identidad Junto con la pobreza es el elemento central que configura la iden­ tidad que nos presenta Boverio. No se trata de una cuestión aislada dentro del mundo capuchino, sino que es el verdadero engarce de toda su espiritualidad. Más allá de ser un elemento completivo o com­ plementario, pasa por ser el punto central donde convergen y se basan el sentido de pobreza, las relaciones fraternas, el amor al prójimo, las abstinencias... Si la pobreza era un medio que, a través del desprendi­ miento, acercaba más a Dios, y las penitencias pretendían una autenti­ cidad en la relación con Dios, con uno mismo y con los demás, la ora­ ción legitima todos esos comportamientos yendo más allá, y colocando 369 Lib. 3, cap. XVIII, n. 154, p. 155.

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