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LA IDENTIDAD CAPUCHINA EN LOS ANALES. 229 sidad en las iglesias y en los conventos, y hasta las mismas huertas y alhajas de las sacristías eran cuestionadas y sometidas al rigorismo de la pobreza. Un texto a propósito de fray Luis de Fossombrone describe perfectamente esta situación: «... en el edificio de las y las Iglesias, era tanto en fr. Luis, el zelo y estudio de la pobreza santa, que en las Iglesias mismas, a cuyo ornato fuera decente, no querían, ni bobedas, ni maderas curiosas, contentándose con unas paredes de simple maniposte­ ría, blanqueadas aun no con yesso, sino tosca y rústicamente... En la labor de lo restante de los Monasterios, observaron... que se usase de barro, y lodo, en lugar de yeso, y de cal: que las celdas fuessen tan pobres, y tan pequeñas, que tuviessen capacidad limi­ tada a las tablas solas, que servian de camas; y de manera, que estendiendo los bracos a una parte, y a otra, se tocassen con las manos ambas paredes, hechas estas de unas mimbres texidas, tal vez desnudas, y tal con una capa de lodo; las puertas de las cel­ das eran tan angostas y baxas, que nadie podia entrar, ni salir por ellas, sino es doblando el cuerpo con profundissima inclinación. Todo el edificio en fin era tan grosero, tan vil, y tan despreciado, que representaba vivamente una suma pobreza» 363. La posesión eliminaba el sentido de desapego y pobreza y, por tanto, no era considerada como buena en la vida de los religiosos. Pero toda esta pobreza exterior tenía que estar fundamentada por la vivencia interior, la llamada «pobreza interior» o pobreza de espíritu, la cual «... no se contenta con el culto exterior, sino principalmente requiere el interno, que consiste en que el Frayle Menor Capu­ chino desnudando el afecto de las cosas mortales, lo desprecie todo por Dios, y entre lo demas assi mismo. Vestirse de hábitos viles, y despreciados, habitar en Conventos humildes, exercitar- se en perpetuos ayunos, ocuparse en continua oracion, afligir el cuerpo con disciplinas, y otras mortificaciones, y penitencias; muy bueno es, y tanto mas bueno, quanto se dirige a la guarda de la Regla mas pura. Pero si estos exercicios se quedan solos, sin que los acompañe la Pobrera interior del animo, no puede 363 Lib. 3, cap. VII, nn. 32-33, pp. 126-127.

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