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222 POLICARPO FELIPE ALONSO vir y agradar a Dios Señor nuestro, y conseguir en premio de sus servicios una gracia tan singular...» 355. Como podemos apreciar por estos textos, consideraban el marti­ rio como una gracia y no como un castigo, sobre todo llevados por el ejemplo de los padecimientos de Cristo. A la vez, y con la intención de alcanzar esta gracia, se ejercitaban en la realización de todo tipo de virtudes, en vigilias, oraciones y lágrimas, castigos... AJuan de la Pulla fue el mismo Cristo el que le prometió el martirio: «... como el siervo de Dios vivia siempre anhelando por el martirio y se solicitava con perpetuas lagrimas y oraciones, mirán­ dolas el Señor con su acostumbrada piedad, una vez que estava orando ante un crucifixo le hablo con estas palabras desde la cruz: Que lloras Juan? Para que viertes tanta copia de lagrimas? Fray Juan respondio: Lloro Señor porque te contemplo derramando por mi en la cruz tu sangre divina, sin que yo haya derramado por ti ni una sola gota... A lo qual el Señor le dixo: Martirio deseas? Sea en buenhora: No llores Juan, cessen ya tus lagrimas. Martirio ten­ drás, cuya palma te trayga coronado a gozar de mi*>356. Una vez convencidos de su deseo de martirio, y escudriñado con diversas penitencias y castigos tiene lugar otro momento: la bús­ queda incansable de esta gracia. Fray Juan de la Pulla precede a fray Juan de Zuazo en este sentido, ya que siendo descalzo buscó ardien­ temente el martirio durante mucho tiempo, pero en vano. Fueron exactamente cuatro las veces que buscó incansablemente esta gra­ cia por tierras de infieles, pero no cesó en su empeño y lo solicitó una vez más, pero esta vez los superiores no le dieron permiso 357. Esto hizo que buscase nuevos caminos y se pasó a los capuchinos. Después de esto, ambos religiosos pudieron marchar a diversos lugares para predicar el evangelio a los infieles. El primer lugar en el que se ejercitaron fue en Constantinopla, pero no tuvieron fortu­ na 358; pasaron después a Jerusalén y visitaron los santos lugares. De 355 Id., cap. VII, n. 39, p. 487. 356 Id., cap. VIII, n. 52, p. 493. 357 Id., cap. VII, nn. 40-42, pp. 488-489. 358 Id., cap. IV, n. 12, p. 478.

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