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130 FIDEL AIZPURÚA De cualquier modo, si el discernimiento es del todo necesario en una materia, la de la oración, que se ha hecho consciente y deli­ beradamente «difusa» 18, también nos parece útil el dar al trabajo orante una cierta finalidad 19. Creemos que esa finalidad, genérica­ mente hablando, podría ser la de crear espacio interior: -Sucede a menudo que es precisamente en la ausencia de religión donde las personas descubren su centro espiritual, ese espacio interno que sin descanso busca un significado y finalidad en uno mismo, en los otros, en el universo»20. El espacio interior podría ser entendido como la capacidad gene­ rada por una actividad humana (en este caso la oración) que lleva a dotar a la persona de las herramientas necesarias para encarar con humanidad lo duro de la vida y para disfrutar con fuerza de los logros de la existencia. Esta capacidad humanizadora de la oración se ve apoyada por la realidad del mismo Dios que ha pactado con la exis­ tencia humana hasta depender, de algún modo, de ella misma. ¿Puede suscitar este tipo de planteamientos una nueva mística en torno al trabajo orante? ¿Puede esta mentalidad llegar a habitar el silencio que quizá se ha vuelto para nosotros un silencio vacío? Ojalá. I. LA ORACIÓN PERSONAL HOY: PROBLEMA Y POSIBILIDAD Aunque los textos legales dentro de la VR no se cansen de pro­ poner la vida de oración como posibilidad para el cultivo de la fe y de la VR, lo cierto es que los documentos que analizan el hecho concreto de nuestra vida lo presentan casi siempre como un proble­ ma y, por cierto insoluble. Y no solo a nivel individual sino que, colectivamente, la vida de oración ha dejado de ser relevante den- 18 Muchas veces refugiándose en el inexpugnable bastión de «lo personal». 19 En base al componente espiritual del trabajo orante hay personas a las que repugna el otorgar finalidad a la oración porque, dicen, al ser realmente algo espiri­ tual carece de finalidad (¿). 20 D. O ’M u rc h u , o . c ., p. 48.