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146 FIDEL AIZPURÚA reserva alguna...Porque cuando hayáis conocido que Dios signifi­ ca profundidad, sabréis mucho de él. No podréis entonces llama­ ros ateos o increyentes, porque tampoco podréis ya decir ni pen­ sar: ‘la vida no tiene profundidad, la vida es superficial, el ser mismo es sólo superficie’...El que sabe de la profundidad sabe también de Dios»50. Todos estos elementos habrían de ir componiendo, a nuestro juicio, una nueva teoría sobre el trabajo orante que daría como resul­ tado final el de lograr una nueva sensibilidad, una intuición distinta, un entrever una posibilidad de oración distinta. Hemos pretendido renovar la oración desde la sensibilidad heredada. Los resultados han sido escasos porque la sociedad de hoy se mueve en paradig­ mas nuevos51. Despertar esa nueva sensibilidad, es estilo otro de entender y vivir el hecho orante personal es, quizá, la primera gran tarea a ir realizando. 3 . P o sibilid ad es Estamos persuadidos de que desde la posición en la que nos ha situado nuestra espiritualidad en materia de oración personal se abren posibilidades reales para ir labrándose un estilo nuevo de entender y vivir el trabajo orante personal. Consignamos algunas de ellas: a) La fundamentación de la f e sobre dinamismos Porque hemos estado acostumbrados a fundamentarla sobre ver­ dades, quizá sea el momento de intentar fundamentarla sobre dina­ mismos, sobre aquello que realmente mueve la viva y se instala en el motor de lo que somos. Al ir entendiendo a la persona, al filo de las nuevas antropologías, como una estructura unitaria, la pregunta por las verdades ideológicas queda desplazada por esta otra que nos sitúa en aquello por lo que de verdad nos movemos. La oración per- 50 P. T illic h , La dimensión perdida, Desclée, Bilbao 1970, pp. 113-114. 51 Cf. A. T o r r e s Q u e ir u g a , Fin del cristianismo premoderno. Retos hacia un nuevo horizonte, Sal Terrae, Santander 2000, pp. 17 y ss.

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