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142 FIDEL AIZPURÚA Estos textos y otros muchos muestran las valoraciones de la vida que el Jesús evangélico maneja. Tales como: — Toda persona tiene derecho a sentarse en el banquete de la vida, si no, no habría sido creada. Por lo mismo, si una persona es excluida es que se le está robando la orientación que Dios mismo ha puesto en su existencia. Jesús cree que toda persona tiene dere­ cho a vivir con dignidad. — Se puede vivir con la utopía de que esta vida camina hacia su plenitud, hacia la nueva sociedad, hacia el reinado de Dios. Este camino ha de ir haciéndose desde ahora, poco a poco, en el len­ guaje de los gestos. Jesús ha sido un utópico con los pies en el suelo. Para vivir como él hay que mezclar utopía y realismo. — La comunidad cristiana es igualitaria, fraterna, antijerárqui­ ca. Los únicos que tienen un sitio de más dignidad son los pobres, los rechazados por el sistema. Por eso es preciso vivir la fe con men­ talidad de iguales y en maneras igualadoras. Jesús cree que estable­ cer jerarquías es destruir la comunidad. — Toda persona es digna más allá de sus actos morales o de sus diferencias sociales. Porque en el fondo hay una dignidad que Dios da a la persona y que nadie quita, ni uno a sí mismo, porque es don de Dios. Jesús sabe ver esa dignidad por encima de las debi­ lidades personales. — Quien sigue a Jesús ha de ir creando una mentalidad y una manera de actuar universal y acogedora. Es preciso pensar que el mundo no se acaba en nuestra ciudad, en nuestras costumbres, en nuestra cultura. La fe de Jesús pide mentes y vidas abiertas. En definitiva, lo que el Mensaje pretende, lo sabemos todos, es crear, dar a luz el nuevo Reino de Dios 44. El trabajo orante depen­ de mucho de si este elemental componente de la espiritualidad evangélica va siendo incorporado a la vida de quien ora o no. 44 Cf. J. M. C astillo, El Reino de Dios. Por la vida y dignidad de los seres humanos, Desclée, Bilbao 1999; D. O ’M urchu , o . c ., pp. 68-74.

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