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138 FIDEL AIZPURÚA que la persona pueda vivir religiosamente en épocas seculares con toda «normalidad»37. Esta doble personalidad, la religiosa y la históri­ ca, produce no pocas disfunciones en la vida del creyente. ¿Podría el trabajo orante ser el alma de una piedad unificada con la vida? ¿Sería posible que, tanto la piedad como la oración, colabora­ sen a construir estructuras unificadas como parece que son las que apunta la nueva antropología?38 Creemos que sí. Pero para ello, ade­ más de una constante depuración de la piedad, tan altamente corrup­ tible, sería preciso insuflar en ella el componente histórico con toda seriedad. A medida que la piedad se deshistoriza, se vacía de sentido. Por eso, y por extraño que parezca, el trabajo orante puede colaborar a historizar la piedad, con lo que le daría una nueva orientación gene­ radora de perspectivas de vida y de fe mucho más unificadas. 0 La oración personal como síntoma Con mucho acierto, la piedad tradicional ha entendido que la oración personal era síntoma de vigor personal y creyente. Se esta­ bleció la relación directa que dice que quien reza es un religioso de vida y vocación fuerte y que no lo es quien no reza. En rigor, a la VR, como a toda vida, el vigor no le viene por la oración, y menos todavía si prima el componente de la piedad, sino por el sentido. El sentido, el por qué. El horizonte asumido es lo que vigoriza una opción vital. Pero lo que sí es cierto es que la oración, entendida como camino hacia la profundidad que es camino de sentido, puede colaborar decisivamente a la búsqueda y el logro del sentido. Desde esa perspectiva los antiguos no iban equivocados. En esta época nuestra donde la VR está elaborando nuevos sen­ tidos como nunca lo había hecho en toda su historia, la oración per­ sonal puede constituir una formidable ayuda para esa empresa difí­ cil que es llenar crecientemente de sentido no solamente lo que hacemos y vivimos individualmente sino también como grupo. En 3 7 Hemos visto en pleno Manhattan centros religiosos (cristianos, judíos) de una piedad exacerbada llevados por personas «técnicas» que dedican su tiempo libre a propagar una piedad de corte totalmente fundamentalista. 3 8 Cf. P. Laín E n tra lg o , Cuerpo y alma, Espasa Calpe, Madrid 1992, pp. 8 6 y ss.

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