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«SI AL SILENCIO LLEGARAS...» ORAR PERSONALMENTE.. 137 de la experiencia de Dios 34. Pero, a la vez, hay que dejar claro que la experiencia de Dios se ha diversificado enormemente en nuestra cultura: Moltmann nos ha hablado sobre la experiencia de Dios en la libertad, la alegría y el juego; U. Von Balthasar ha situado esa experiencia en el campo de la belleza; R. Panikkar nos ha hablado de esa experiencia incluso en el mal, en la trasgresión, en el tú; Jon Sobrino y otros han escrito páginas imborrables sobre la experien­ cia de Dios en el lugar privilegiado de los pobres y de los crucifica­ dos de esta vida 35. Muchos hermanos han quedado marcados por alguna de estas experiencias y ello ha sido suficiente para generar fuertes vivencias de fe. Esto no implica rebajar la experiencia de Dios en la oración personal sino situarla en su justo lugar. Más aún, nos preguntamos si el empobrecimiento de la experiencia orante no ha corrido parejo a un empobrecimiento de esas otras experiencias. e) En la pervivencia de la piedad Un fenómeno que los analistas no pueden explicar pero que deben constatar es que, por extraño que parezca, la piedad religiosa, en sus múltiples variantes, pervive en la era de la información, en la «sociedad de la red», al parecer con gran parte de su frescura 36. Favo­ rece la identidad y «pone en orden» el mundo. La oración se ha vol­ cado en el molde de la piedad aunque para ello haya pagado fuer­ tes precios de rutina, de fundamentalismo, de funcionariado, de mercantilismo. Muchos hermanos se alimentan espiritualmente de las fuentes de la piedad y eso mismo hace que no necesiten un alimen­ to distinto como podría serlo el trabajo orante. La cuestión no deja de ser arriesgada sobre todo por una razón: la piedad desunifica la mirada, crea dobles perspectivas (una religiosa y otra secular) y hace 34 «De ahí que la oración bajo todas sus formas y especialmente la oración mental se tenga como lugar privilegiado de la experiencia de Dios. En realidad, nunca se insistirá bastante en ello, la oración, algunas formas de oración, resulta medio indispensable para la toma de conciencia, para la escucha y la respuesta a la presencia que origina toda posible experiencia suya»: J. V elasco, o. c ., p. 67. 35 Ibid., p. 73, nota 28. 36 Cf. M. C astells , La era de la información, Alianza, Madrid 1998, vol. 3, pp. 370 y ss.

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