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44 POLICARPO FELIPE ALONSO Juan Terrer, que les ofreció una capilla con su casa adjunta, levanta­ das en el lugar donde, según la tradición, había vivido Santa Eulalia con sus padres. Pronto tuvo lugar la fundación de otros nuevos con­ ventos: el de Montecalvario, Valls, San Boy... así en los once prime­ ros años llegaron a 18 conventos. Con este paso, la Orden Capuchina había logrado establecerse en España y fundar la primera Provincia (1582), llamada de la Madre de Dios de Cataluña. A esta siguieron otras dos, la de Valencia (1607) y la de Aragón (1609) 77. Una vez establecidos en tres provincias, se vio la necesidad de tener un convento en la corte, pero no se pudo fundar con inmediatez debido a la fuerte oposición del duque de Lerma y de los observantes. Para acometer tal fundación, el general Jerónimo de Castelferretti, Serafín de Polizzi, provincial de Valencia, y Lorenzo de Brindis, embajador del emperador de Alemania y del papa, hubieron de aunar esfuerzos. En el Capítulo General de 1608, Serafín de Polizzi era nombrado comisario para trabajar la fundación de Madrid. Se encargó de allanar el camino preparando el ánimo de Felipe III para la visita del general, y Lorenzo de Brindis consiguió la licencia real con ocasión de su visita a Madrid en calidad de embaja­ dor pontificio. Finalmente, el 12 de noviembre de 1609 los capu­ chinos tomaban posesión simbólica del Hospital de los Italianos, situado entre la Carrera de San Jerónimo y la calle Zorrilla, dado que aún no sabían dónde se iba a construir el nuevo convento. El 20 de abril de 1614 tomaban posesión definitiva del convento de San Anto­ nio del Prado, construido expresamente para ellos. Después de este primer paso dado en Madrid, siguieron nuevas fundaciones en Tole­ do (1611), Alcalá de Henares (1612) y El Pardo (1612). La Observancia continuaba tratando de entorpecer cualquier intento de asentamiento de los capuchinos, aunque la lucha no se reducía solamente a este campo, también surgieron muchos enfren­ tamientos debido al preponderante papel que iban ganando los capuchinos con la gente de los lugares donde habitaban y con la misma corte, lo que no agradaba a todos, y menos a los observan­ tes. Así, aparecieron obras en las que se trataba de demostrar que 7 7 Breve exposición a propósito de estas provincias en A. G o n z á le z C a b a lle ro (ed.), «Fundaciones y evolución de los capuchinos en la Península Ibérica», en Los capuchinos en la Península Ibérica, Sevilla 1985, 23-46.

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