PS_NyG_2002v049n001p0007_0126

32 POLICARPO FELIPE ALONSO En Castilla 50, el movimiento eremítico tomó fuerza primeramen­ te en las figuras de fray Pedro de Villacreces y fray Pedro de Santo- yo. El primero inició su andadura, buscando un nuevo género de vida, en Arlanza, y luego en La Salceda (Guadalajara), alrededor de 1395. En 1404 lo encontramos en las cercanías de La Aguilera (Burgos), y posteriormente en El Abrojo (Valladolid). Supo conjun­ tar perfectamente el espíritu eremítico con el apostolado y la predi­ cación popular, sin importarle la creación obsesiva de conventos o eremitorios y el aumento del número de hermanos. Sus discípulos, Pedro de Santoyo, Pedro Regalado y Lope de Salazar y Salinas, pro­ curaron dilatar su obra. Pedro Regalado mantuvo La Aguilera y El Abrojo, formando la Custodia de Domus Dei. Pedro de Santoyo emprendió nuevas rutas, y Lope de Salazar y Salinas expandió los oratorios villacrecianos por Castilla la Vieja 51. A finales del siglo xv surgieron otros grupos de observantes. Juan de la Puebla obtenía en 1487, mediante la bula de Inocen­ cio VIII «Sacrae Religionis», el permiso para fundar en Andalucía la Custodia de los Ángeles. En 1490 dicha custodia contaba con nume­ rosos eremitorios a los que el fundador proporcionó unos estatutos propios 52. Juan de Guadalupe recogió el testigo de Juan de la Pue­ bla y obtuvo de Alejandro VI, en 1496, la aprobación de esta refor­ ma mediante la bula «Sacrosanctae militantis ecclesiae», punto de partida de la descalcez franciscana. En esta bula se concedía a fray Juan «licencia y facultad para que, en un lugar para ello proporcio­ nado y cómodo, pueda edificar un pobrecillo eremitorio o casa con las necesarias oficinas para sí y los sobredichos frailes que en él han de vivir y habitar perpetuamente según la pura observancia de la regla y modo de vida de san Francisco, y con su forma de hábito, sin que para ello le sea necesaria ninguna otra licencia*53. Es intere­ sante ver cómo ya el aspecto formal comienza a ganar relevancia. No sólo es importante la pura necesidad de una vuelta a los oríge- 50 «La Reforma en Castilla, en Introducción, 119-173. 51 Abundantes artículos sobre la reforma villacreciana y sobre sus promotores y posteriores continuadores en el mismo número monográfico de AJA 71 (1957). 52 Sobre las vicisitudes de la fundación y la vida de fray Juan de la Puebla, F. de L ejarza , «Orígenes de la descalcez franciscana», en AIA 85-86 (1962) 15-33. 53 Cit. en Id., 37. Sobre fray Juan de Guadalupe, 36-95.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz