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26 POLICARPO FELIPE ALONSO frontalmente con la actitud favorable a las posesiones y a los estu­ dios por parte de los doctos. La Regla y el Testamento escritos por Francisco son los testi­ monios más auténticos de la forma de vida que él quería para sí y para sus hermanos. A su muerte la Orden fue paulatinamente pasan­ do de ser una Orden de legos a una Orden de clérigos, gozando de privilegios y exenciones por parte de la Sede romana, que hacían mayor aún la lejanía con la sencillez inicial. Los problemas relativos a cómo entender la Regla y el Testamento, fundamentalmente en lo que toca a la posesión de bienes, obligaba al papa a intervenir, y en esas intervenciones se mostraba un trato interesado que si bien beneficiaba los intereses institucionales, hacía un flaco favor al recla­ mo del puro ideal. La intervención papal que más ampollas levantó fue la de Gregorio IX con la publicación de la bula Quo elongati, en 1 2 3 1 . Se trataba de la primera declaración pontificia sobre la Regla, y en ella se establecían varios puntos importantes: que el Tes­ tamento carecía de fuerza obligatoria, de ese modo, sólo se estaba obligado a los consejos evangélicos expresados en la Regla. Tam­ bién se instituía la figura de los amigos espirituales, administrado­ res de la fraternidad, y el llamado «uso de hecho» por parte de los hermanos 37. Ante esta situación se van perfilando dos tendencias dentro de la fraternidad, la de los espirituales, que propugnaban una observancia espiritual de la Regla, y la de la comunidad, que acep­ taba la evolución siguiendo el rumbo impreso oficialmente a la Orden. Las tensiones internas en el seno de la Orden volvían a acentuarse. Los espirituales eran contrarios a la obligación impues­ ta por parte del papa a poseer en común. En la región de Las Mar­ cas destacaban Pedro de Macerata y Angel Clareno. En Provenza, Hugo de Digne y Pedro Juan de Olivi, considerado como el jefe ideológico de la reacción; y en Toscana, Ubertino de Casale. La influencia del joaquinismo con la exposición escatológica que propugnaba el auge de una nueva edad, una nueva Iglesia espi­ ritual, que debía ser instaurada por varones espirituales, hizo que muchos de estos hermanos pertenecientes a esta corriente concibie- 37 L. I riarte , Historia franciscana, Valencia 1979, 72.

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