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122 POLICARPO FELIPE ALONSO A propósito del nacimiento de las capuchinas, tenemos que decir que se trata de uno de los frutos de la renovación espiritual suscitada por los capuchinos. Sin embargo, hemos de admitir que, institucionalmente, la Orden de las Capuchinas nació y creció al mar­ gen de la Orden masculina, cuyas posiciones estaban claras desde las primeras Constituciones de Albacina de 1529: «Mas ordenamos que no admitan los nuestros el gobierno, ó cuydado de Monjas, de qualquier Religión que sean, sino fuere con expressa licencia del Capitulo General» 296. En el capítulo general de 1532 se hicieron patentes los problemas de cuidar a las monjas, al hacerse cada día más pesada la responsabilidad sobre las comunidades femeninas, y también se dieron disposiciones restrictivas. Terminamos con una frase de Lázaro Iriarte a propósito de todo esto: «La postura de los capuchinos era, en cierto sentido, paradójica. Su estilo de vida, sen­ cillo, pobre y austero, como también el retiro de sus conventos y la primacía que daban a la contemplación, suscitaba en todas partes el entusiasmo de la gente; muchas mujeres se sentían atraídas hacia ese ideal y aun hacia la forma exterior de vivir, de orar, de vestir: que­ rían ser también ellas «capuchinas», traducir en femenino, no solo el espíritu, sino las características de sus maestros espirituales. Pero una vez encauzada la fundación, se veían como abandonadas a sí mis­ mas, bajo la jurisdicción y la atención espiritual de quienes no com­ partían el espíritu que la animaba» 297. En 1538 la dirección espiritual de esta comunidad pasó bajo el mando de los capuchinos. Un «Motu proprio» de Pablo III les imponía el cuidado espiritual de las religio­ sas con atribuciones de visitadores. Bajo la dirección de los capuchi­ nos, María imprimió a la comunidad un estilo de vida más francisca­ no y más afín al espíritu de la regla de santa Clara, pero también más austero, sobre todo en lo referente a la separación total del mundo. 3.2. Cardenales Hemos querido dedicarles un apartado específico porque no gozan de la misma relevancia que las anteriores figuras; por lo tanto, 296 Lib. 3, cap. XV, n. 100, p. 145. 297 L. I r ia r t e , Las capuchinas. Pasado y presente, Sevilla 1996, 102.

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