PS_NyG_2002v049n001p0007_0126

LA IDENTIDAD CAPUCHINA EN LOS ANALES.. 117 Finalmente, sobre Victoria Colonna no hace nuestro cronista una biografía uniforme, sino que es preciso sacar los datos del contex­ to; con todo, también cita que «... era Marquesa de Pescara, señora ilustrissima, y entre quantas avia en el orbe digna de alabanza por su virtud...» 275. Vemos cómo ya desde el comienzo del relato de Boverio van a pareciendo pequeñas muestras del trato especial de que gozan, algo que se enfatiza aún más en el siguiente apartado. — Su participación en la nueva reforma: Cada una llevó a cabo un cometido concreto dentro de la reforma, buscando siem­ pre su desarrollo. Catalina Cibo protegió a fray Mateo de Bascio durante sus primeras andadas e incluso le cedió su palacio para que pudiese vivir allí junto con otros capuchinos. Su afecto hacia este fraile, tan especial para ella por su forma de vida, no quedó solamente en ese detalle, sino que ejercitó siempre y constante­ mente un apoyo hacia él. Así, dirigió una carta al provincial de la Observancia para que liberase a fray Mateo de la cárcel a la que le había sometido dado su nuevo estado de vida 276. A su vez, cuando los capuchinos decidieron acudir al papa, fueron primero a la Duquesa para pedirle algunas cartas a su favor, algo a lo que ella accedió gozosamente 277. A propósito de su admiración por los capuchinos, comenta Boverio que «fue tan grande el zelo, y piedad desta nobilissima, y santa muger a favor de la reformación de los Capuchinos, que parece que la bondad infinita de Dios la eligió por presidio seguro de la religion nueva, que prevenia para edificarla, y para mantenerla... señora de tanto porte, tan excelen­ te, y aventajada... fue muy necessaria a la Reformación en el tiem­ po de sus debiles, y flacos principios para sustentarla en sus bracos, y en su favor. Manteniendose en esto mas la sabiduria de Dios incomprehensible, que quiso darla una muger por arrimo, y amparo, porque quien viesse un sexo tan frágil, hecho coluna de aquel edificio, atribuyesse conocidamente la obra, no al humano poder, sino a la divina virtud» 278. 275 Lib.3, cap. XIX, n. 162, p. 157. 276 Lib.1, cap. XVII, n. 92, p. 61. 277 Lib.2, cap. VII, nn. 37-39, pp. 77-78. 278 Lib.1, cap. XVIII, n. 99, p. 64.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz