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LA IDENTIDAD CAPUCHINA EN LOS ANALES. 107 la bula In suprema , que establecía que en cada provincia se facilita­ se una casa de reformación para aquellos que buscaban observar más profundamente la Regla 242. No eran pocos tampoco sus deseos de pertenecer a la reforma y se entrevistó con fray Luis de Fossom- brone para que éste le dejase un sitio en los capuchinos y ponien­ do una condición, «que el procurada con quanta diligencia y esfuer­ zo pudiesse, que la reformación de que vivia tan deseoso, se introduxesse con brevedad en su Orden de la Observancia, y que sino le sucedia como pensava, luego sin dilación, se vendria a los capuchinos. En lo qual quedaron de acuerdo 243. La puesta en prác­ tica de la nueva bula fue retrasada por el provincial y eso provocó que, junto con Francisco de Jesi, se pasase definitivamente a los capuchinos. Anteriormente había sido Obispo, pero «ilustrándole Dios el entendimiento, y llamándole al mismo passo, dio a los pobres su hazienda, sus libros y alajas, y cuanto hasta entonces pos- seia, y despidiendose el obispado, y del mundo, se entro en la Sagrada Religión de los Observantes» 244. Sobre su paso a los capu­ chinos no se especifica claramente cuándo tuvo lugar. Elegido general en 1543, el motivo fundamental que se apunta de su elección es, además de su santidad de vida, «su total aversión a la vida, y costumbres de Ochino» 245. Francisco tuvo el difícil tra­ bajo de arreglar y levantar la estima de la Orden después de todo lo que había ocurrido con Ochino. Aparece representado por ello como el antiOchino por excelencia, con unos ideales contrarios a él y con una espiritualidad encargada de cimentar de nuevo unas bases inconmovibles en los hermanos; los ejes de las mismas se encontra­ ban en una constante vida de oración y en una auténtica pobreza, y todo ello cimentado sobre una verdadera ortodoxia. La fidelidad ininterrumpida a este ideal lleva al final de la vida a recibir la recom­ pensa por parte del Señor y a ser galardonado con algunos mila­ gros y con la no corrupción de su cuerpo. 242 Id., n. 61, p. 440. 243 Lib. 4, cap. I, n. 6, pp. 163-164. 244 Lib. 10, cap. VIII, n. 60, p.440. 245 Lib. 8, cap. XIII, n. 106, p.365.

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