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472 JOSÉ LUIS LARRABE INICIAR EN EL MISTERIO CRISTIANO Y CELEBRARLO De esto se trata, ante todo: de iniciación y celebración del mis terio cristiano desde esas tempranas edades: en fe y caridad; y sacar luego las consecuencias para la vida adulta o más adulta: vida cris tiana en la Iglesia y en el mundo (Pars II: «Mysterii christian i cele- bratio»: nn. 1066 y ss.). ¿Cómo se celebra esto en pequeños y gran des? Comencemos por los fundamentos. El fundamento trinitario de la iniciación cristiana es claro en teología: el Padre engendra al Hijo (y a los hijos en el Hijo: Bautis mo). El Hijo se nos da y entrega en la Eucaristía. El Espíritu Santo, en la Confirmación. Así celebramos, decían los Santos Padres, la Tri nidad puesta en nosotros (Tertuliano, De baptismo 6). Otra definición de la iniciación cristiana y sus sacramentos puede hacerse desde el punto de vista de participación en el misterio pas cual de Cristo (n. 1067), siguiendo principalmente la Carta a los Roma nos (6, 2-11). No se trata sólo de saber y conocer esto, todo esto, sino también y sobre todo de aceptarlo en fe, de vivirlo, de celebrarlo y de testimoniar en la vida personal y comunitaria (n. 1068). Se trata de liturgia y en ella, por definición, no se está solo, sino en Iglesia: la liturgia es acción del Cristo total, Cabeza y cuerpo [que es la Iglesia] y esto en todo caso (n. 1069). Es verdad que la liturgia ostenta un papel central en la Iglesia; pero no se cansa este Catecismo típico de hacerla preceder del anun cio evangélico, siguiendo luego, como expresión obvia y esencial la caridad en acto — caritatem in actu — (n. 1070). Así pues, que el pueblo de Dios participe «scienter, actuóse et fructuose» (n. 1071), como lo había dicho el Concilio en la Constitución, de la sagrada liturgia de principio a fin. Es decir, que no haya reduccionismos en esta materia como si toda la acción de la Iglesia se pudiera reducir al culto litúrgico; está antes la evangelización y está después (y siempre) el testimonio de la caridad de los cristianos y de las comunidades aclesiales, todas ellas, pequeñas y grandes (n. 1072).
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