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486 JOSÉ LUIS LARRABE L a cu estió n ca n d en te d e « las prim eras com u n ion es * Estamos en el contexto vivo de la iniciación cristiana, tema importantísimo, más aún, decisivo en la Iglesia desde los primeros tiempos. ¿Le va bien a la Iglesia en esto de «las primeras comunio­ nes» tal como las está llevando a cabo en la actualidad? No pasan del 12 % los índices de perseverancia en la vinculación y menos en el compromiso con la Iglesia (ver Juventud-99 de SM). La primera frase de este Catecismo al respecto, al enfocar en el artículo 3 el «Sacramento de la Eucaristía», dice: «Sancta Eucharistia initiationem christianam concludit» (n. 1322): «La Eucaristía conclu­ ye la iniciación cristiana». En efecto, todos sabemos que sin la Euca­ ristía no hay iniciación cristiana verdadera: «veri nominis». ¿Quiere esto decir que con la primera comunión se completa o se culmina la iniciación cristiana? Antes bien ésta deja mucho que desear en muchos ambientes de la Iglesia, los más. Ante esto, ¿qué enfoque dar al tema? Ya el D irectorio Catequís­ tico General de 1971, promulgado al año siguiente, 1972, considera­ do como excelente por el sentir general, también de teólogos y pas­ tores, hablaba no ya de «primeras comuniones», sino de «iniciación a la Eucaristía», que es más, mucho más, en el panorama vivo y ecle- sial que venimos describiendo l6. El concilio Vaticano II, en el corazón mismo de la Constitución dogmática de la Iglesia (LG 11), nos hablaba de que «el sacrificio eucarístico es fuente y culmen de toda la vida cristiana», que los par­ ticipantes en él lo hacen ofreciendo y ofreciéndose, que hay oferto­ rio de sí mismo y comunión con Cristo y que todos toman parte activa cada cual según su situación en la Iglesia. Iniciar en la eucaristía significa algo más, mucho más que reci­ bir la primera comunión: «es participar en la vida divina y con la uni­ dad del Pueblo de Dios que es la Iglesia»: «communio vitae div inae et unitas p opu li Dei» (n. 1325): ambas dimensiones hay que poner en claro y en alto a los que se inician en la eucaristía, ya que son como la cara y cruz de una misma moneda, de este misterio (ibíd.). 16 S. C o n g r . pro clericis , «Directorium catechisticum generale», en el cuerpo y en el apéndice.

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