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EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA.. 463 d ogm a del PO. Con este proceso, más que ‘destruir’ el monumento al PO, lo que hacemos es evitar que se construya, lo «deconstrui- mos», lo descomponemos en sus elementos más simples y primeros, en orden aprovechar aquellos elementos que sean valiosos para ele­ var una construcción doctrinal más sólida. Aunque ella no fuere de tan imponente grandeza. Se trata de un decidido / retorno a los orí­ gen esf Aquellos d e los que han n a cid o el mito, la filosofía, la teolo­ gía, el dogma del p e c a d o original. La doctrina del PO, a lo largo de su secular historia y al lado de sus conocidos antecesores históricos, ha querido dar respuesta a estas preguntas fundamentales, constantes y especialmente vivaces de nuestra cultura occidental: a ) la eterna pregunta por el origen del mal/miseria humana (unde malum): vertiente an tropológica del p rob lem a ; b) al problema de la ‘teodicea’: de la justificación de Dios ante la existencia de tanta miseria: vertiente teológica d el problem a; c ) a la pregunta por la salvación: de dónde vendrá la salvación (unde salvatio): vertiente cristológica-soteriológica. Veamos cómo ha cumplido su empeño. a) El PO an te e l p r o b lem a d e la m iseria h um an a (vertiente antropológica). —Como hemos señalado, tanto el mito como la teo­ logía del PO han tenido, como función constante desde sus inicios, el dar una respuesta aceptable a la pregunta por el origen del mal, de la miseria humana. Sin embargo, la doctrina cristiana sobre el PO no ha llegado a cumplir satisfactoriamente esta misión. No sólo no ha dado una respuesta aquietante —cosa que en realidad y honrada­ mente hay que decir que no es posible— . Lo que ha hecho es dar una respuesta mucho más floja, aunque más pretenciosa que las de otros sistemas religiosos o filosóficos. Tal vez el pesimismo antropo­ lógico que impregna toda la teología cristiana del PO sólo sea supe­ rado por sistemas proverbialmente pesimistas, como el maniqueísmo o el gnosticismo de los primeros siglos de nuestra era. O sus herede­ ros cátaros de la Edad Media. La crítica fundamental que se puede hacer a esta teología del PO es la siguiente: que al mito popular de los orígenes, tal como se narra en Gén 2-3, lo convirtió ella en una gnosis, con pretensiones de saber perfecto, misterioso, salvífico sobre el origen del mal. Lo cual aconteció, según hemos señalado en la medida en que historificó, id ea lizó y on tologizó la fig u r a simbóli- co-m ítica d e Adán. En vez de leer el texto genesíaco según lo pide

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