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EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA. 459 me vi- (Calderón de la Barca). Pero, además de constatar el hecho de tanta desgracia, creían saber el motivo: la pérdida de la edad de oro (mitos), de la feliz vida celeste (platónicos). Así pues, la convic­ ción de la humanidad era una «humanidad caída», un «hombre caído» (el famoso \homo lapsus’ de los textos de antropología teológica), no es original de teólogos cristianos. Es una idea pagana. La toma­ ron de los paganos, y luego la sometieron a una radical transforma­ ción y le dieron la importancia primordial y la solemnidad que todos conocemos. La convirtieron en uno de los pilares de su visión teo­ lógica del hombre. Creyendo, piadosamente, que hacían un servicio a Dios y al hombre. Convendría no olvidar que, si bien esta idea del «hombre caído» era la predominante entre la paganía y entre muchos cristianos impac­ tados por el gnosticismo y el maniqueísmo, sin embargo, existían otras minorías intelectuales que no compartían esta visión tan pesimista de la natura humana. Nominalmente, los pensadores estoicos y los de tendencia aristotélica. Este hecho tiene su importancia en todo el tema sobre los orígenes sobre del ‘dogma’ del PO. E incluso para el tratamiento actual del mismo. En este contexto, es comprensible la postura de Julián de Eclana, hombre de mentalidad aristotélica, como denunciaba san Agustín. Por ello y por su formación cristiana no podía él admitir la tesis agustiniana sobre el «hombre caído», la idea de una naturaleza viciada, convertida en masa de pecado y de con­ denación por efecto del pecado adánico. Los estoicos, moralistas aus­ teros, y los cristianos pelagianos, que también lo eran, admitía que la sociedad humana, el género humano (natura humana) está, de ver­ dad, llena de corrupción. Pero eso se debía a las malas costumbres (consuetudo), no a que la ‘naturaleza’ como tal estuviese congénita- mente corrompida 39. Seguro que hoy estaríamos bastante dispuestos a darles la razón en este punto concreto. En todo caso, la visión radi- 39 •Sin razón —dice Salustio— se queja de su naturaleza el género humano (falso quaeritur de natura sua genus humanum). Atribuyendo a la naturaleza o al azar la corrupción moral y política». No es así, «la verdad es que el alma humana es rectora y dominadora de la vida de los mortales... Se acusa de debilidad a la natura­ leza: los que así obran transfieren a las circunstancias su propia culpa», S a lu s t io , Jugurta, prólogo. Este concepto noble y sano de la naturaleza era dominante entre los Padres orientales. De ahí lo tomaba Julián de Eclana. Independientemente de su formación filosófica.

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