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444 ALEJANDRO DE VILLALMONTE inmanentes de su naturaleza, tenga la posibilidad real/normal de rea­ lizar una acción de tan descomunal grandeza y consecuencias. A menos que se piense que Dios vigorizó milagrosamente las facul­ tades naturales de Adán para que pudiera realizar tan descomunal desafuero. Algo de esto parece estaba oculto en la clásica «teología de Adán». En ella al Adán bíblico se le dota de toda la grandeza del Hombre Originario (Urmensch) de la mitología iranio persa (adopta­ da por maniqueos y por gnósicos). O bien del «Anthropos celeste», ideal de la tradición platónica. 4. EL PECADO ORIGINAL, ¿MITO O DOGMA? A tenor de lo explicado, el lector no se extrañará, esperamos, del título que encabeza este apartado. A esta altura de nuestro estu­ dio me parece legitimado el repetir la afirmación de Panikkar, que califica al PO, con decisión, de «mito de origen pagano». Cualquier conocedor de la historia de las religiones y de la cultura estará de acuerdo con él. Pero los que confiesan la existencia del PO como un «dogma» excelso, primordial en su visión cristiana del hombre y de toda la historia de salvación (de su cristología, de su teología, de todo su cristianismo), estarán tentados a calificar dicha terminología como del todo «inaceptable» para un teólogo católico. Como si fuese una llamativa falta de respeto hacia una enseñanza «canonizada» solemnemente por el magisterio eclesiástico. Con la finalidad de superar la distancia que, de primera impre­ sión, existe entre un ‘mito’ y un ‘dogma’, parece indispensable aqui­ latar el significado de la palabra «mito» tal como en este contexto la utilizamos. Pero también el significado de la palabra «dogma», ya que es del todo discutible que podamos seguir hablando del PO como de un ‘dogma’ en sentido técnico, el más usual, hoy día, de esta palabra. Por lo demás, a tenor de lo dicho, parece claro que el mito pagano de la caída original, antes de llegar a ser aceptado por los teólogos cristianos y luego «canonizado» por el magisterio como «dogma» del PO, ha sido sometido a un prolongado proceso de transformaciones muy profundas. Estas transformaciones afectan al concepto de «mito» que aquí utilizamos. Pero tampoco el mismo con­ cepto de ‘dogma’ pudo ser aplicado el mito de la caída sino des-

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